Un país que sale a conocer sus avenidas de colores Etnografía de la ciudad llovida hacia al interior
Algo más de 15 telas componen la muestra que desde ayer presenta en la sala Hardy Wistuba de la casa del Arte Diego Rivera, el pintor puertomontino Rubén Schneider, para despedir el año 2013 de la mejor forma que él sabe hacerlo: sorprendiéndonos con el trazo veloz y el énfasis cromático que reconoce la identidad de un sur que se rebela contra el ocre verde musgo de sus paisajes milenarios.
Schneider ya tiene ganado su espacio entre los destacados pinceles de una ciudad que tiene valores de sobra en este lado de las bellas artes. Esta vez el pintor con apellido de general propone una reflexión de absoluta actualidad, el país consiente que transita las calles de las urbes tras las consignas de una ciudadanía que reclama participación y voz en el régimen democrático que nos cobija.
Este rasgo es distintivo en la obra de Schneider, ya que son pocos los pintores que despliegan su "homus politicus" en una disciplina que más rutinariamente funciona en base a manifiestos estéticos (tras los cuales asoma la mirada de los artistas) que orientan un quehacer generacional. En este sentido la exposición que hoy reseñamos se pasea por los acontecimientos del último tiempo, trayendo de vuelta al presente de la sala de arte - racconto dirían los expertos - la épica de una década cambiante y sorpresiva.
Desfilan por el acrílico sobre los bastidores temas como la educación pública, el borde costero y la salud pública, junto a miles, millones de voces con cuerpos, reflejando la vaporosa diversidad que tan bien traza la paleta, sin pelos en la lengua, para proponer sinuosidades cromáticas ya distintivas en la extensa trayectoria de quien expresa su mundo desde un taller en el sector Pichipelluco.
Yenny Paredes nació en Valdivia en 1968, es poeta y grafitera. Dibujante, directora de la revista literaria y gráfica Ciudad Circular, sus textos poéticos circulan por Chile y el extranjero; y sus ensayos sobre maestría y doctorado reflejan reflexiones en torno a la metalengua en la escritura de Juan Luis Martínez.
ManoBlanca y los pájaros del pavimento es un conjunto de poemas, prosa poéticas, silencios o espacios en la página blanca y dibujos de la autora, que denotan una suerte de etnografía de la ciudad de Valdivia y del sur de Chile, observada por una sujeto-mujer-artista a la que le gusta doblarle el cuello a la realidad, mediante la incorporación de diversas (im)pertinencias predicativas que parten de la portada, en que aparece un visillo con un espejo pegado para que el otro se mire en aquel velo textual, ingresando así a un laberinto de palabras que el lector debe armar o desarmar como la Rayuela de Cortázar, claro sin un manual de instrucciones a seguir aunque hay una pluma para separar el libro: "Te digo: abre la boca/ y deja salir ese puñado de estrellas/ capaz de abotonar/ a cada nombre con su cuerpo".
Este texto ManoBlanca y los pájaros del pavimento de Paredes también puede ser leído con los dibujos que denotan imágenes poéticas como un texto multimodal donde encontramos:una mujer con una vela en la cabeza y una pluma; un caballo con una gran oruga en su lomo y al anca una flor de diente de león; un caballo con el lomo incendiándose pastando frente a un gran fósforo quemado y hacia arriba de su colaje un cítrico maduro, y el dibujo del ojo cuya nariz y boca denota o connota una mujer transformándose en rosa.
Se cierra el libro con una transformación de la poeta en un ser que incorpora esa capacidad creativa de la naturaleza:
Me incendio gota a gota/ sílaba a sílaba/ lágrima a beso/ lluevo/lluevo/lluevo
Y los pájaros del pavimento… Habría que observar a esta mujer del sur si se decide de una vez en transformarse en un caballo o caballa.