Apropósito de la reciedumbre, al parecer en incremento en los últimos años, de las condiciones climáticas en estos confines, -y también con motivo de lo 'deportizados' que nos encontramos por estas semanas-, ésto hace reflexionar en la necesidad de impulsar y respaldar las disciplinas deportivas bajo techo en una capital regional lluviosa como la nuestra.

Refiérese al básquetbol, vóleibol, tenis de mesa, boxeo, artes marciales, entre otros, que -paradojalmente- desde siempre están batallando por disponer de espacios adecuados donde desarrollarse. Inconfortable situación que se produce, sobre todo, porque el Gimnasio Municipal, el principal recinto cerrado para los deportes en Puerto Montt, está sufriendo los efectos de sus cinco décadas de antigüedad. Un evidente deterioro que impide el normal desarrollo deportivo, privando a la juventud de su legítimo derecho de progresar en la cultura física y con ello restarle repercusión a la capital regional en estos ámbitos de la forja de una mente sana en un cuerpo saludable.

Por ello es que cada vez se hace más imperioso - y conforme a lo proyectado- una integral remodelación y modernización del tradicional reducto deportivo de calle Lota 135. Un coliseo que debe estar a la altura de la trascendencia que hoy Puerto Montt ostenta, por su importante crecimiento demográfico e influencia cada vez mayor en el plano estratégico nacional, como portal de ingreso a la clave zona patagónica.

Es de oportunidad, también, considerar lo fundamental que sería para nuestros esforzados deportistas disponer del recinto Arena de calle Egaña, que no obstante haberse gestado como un polideportivo nunca llegó a cumplir esa función en plenitud. Lo que hoy podría concretarse si el bastión pasase a depender de la Municipalidad, cuyas gestiones al respecto están bien encaminadas conforme a sus propósitos.

Puerto Montt, por su vocación de grandeza, no puede darse el lujo de desperdiciar un gran escenario cubierto para los deportes como el Arena -más todavía si el único que tiene (el Municipal) no resiste más desgaste-, mientras cientos de deportistas siguen esperando una oportunidad para practicar su deporte favorito bajo techo.

No puede ser que alguien en Santiago siga estableciendo el nivel de emergencia de una determinada región o localidad, en el caso de un desastre natural. Así de sencillo. Claro está que, a sabiendas de que estamos en el lluvioso sur del país, debemos adaptar nuestra cotidianidad a la sucesión de eventuales temporales; no obstante me parece perentorio que las normas de prevención y, aún más, las alertas, sean acordadas por las autoridades en terreno y no por un señor que, cómodo en una oficina de Santiago, fije si el color de la alerta dependerá de lo que él interprete (o malinterprete) de un informe.

La autonomía de las regiones nuevamente se difuminó a la luz de los últimos acontecimientos. Desde el primer día de la emergencia, trasladándome por diversas comunas de mi distrito y siendo testigo, por ejemplo, del peligro que vivían decenas de personas en Puerto Varas, ante la eventual caída de un muro sobre sus casas, producto del socavamiento provocado por el agua, hice un llamado a las autoridades locales a anunciar la alerta roja. Pero la barrera de la institucionalidad nuevamente se hizo presente. Demás está decir que la declaración de Zona de Emergencia, firmada el pasado lunes por la Presidenta Michelle Bachelet, podría haber paliado de manera más óptima y anticipada el dolor y la angustia de las cientos de familias que se han visto afectadas con la crecida del río Forrahue, en Río Negro, o haber ido en ayuda de otras cientos de personas que se encuentran aisladas en Cañones, Llico (en Fresia) y tantas otras localidades de nuestra región.

Por otra parte, no se ha considerado la gravedad de la situación que viven nuestros pequeños agricultores, quienes han hecho un llamado de auxilio por contar con alimento para sus animales. Tener la autonomía necesaria, quizás, habría llevado ya a declarar Zona de Emergencia Agrícola en ciertas comunas, como es lo que esperamos, entre otras, para Puerto Octay y Puyehue, con 15 sectores pre cordilleranos bajo la nieve .

Los intendentes deben tener facultades para decretar el cómo actuar frente a una emergencia. Es así como, en virtud de la descentralización que tanto anhelamos, se hace necesario llamar a que exista una transferencia efectiva de poder de decisión a las regiones, impulsando igualmente el traspaso de recursos que nos lleve a enfrentar de manera más rápida y efectiva una emergencia como la que hoy estamos viviendo.