Compartir el alimento
Dos noticias escalofriantes y casi simultáneas: 50.000 niños podrían morir en Sudán del Sur este año por desnutrición, mientras 1.300 millones de toneladas de alimentos se botan anualmente en el mundo. Gracias a Dios, se está buscando un control más eficiente de la producción, almacenamiento, distribución y consumo. Hay iniciativas como los 'bancos de alimentos' que intermedian para que productores y comercializadores no destruyan alimentos no perecibles y los redistribuyan a quienes lo necesitan. Pero, también es muy importante el espíritu de austeridad y solidaridad para no desperdiciar los alimentos y compartirlos con los que no lo tienen. Una educación de 'calidad' en la casa y en la escuela parte por esto.
El evangelio de este domingo (Mt 14, 13-21) nos presenta a Jesús, que compadecido de la multitud que lo había seguido, dedicó largo tiempo a enseñarles acerca del reino de Dios y a sanar a los enfermos. Al hacerse tarde, los discípulos le piden a Jesús que despida a la gente para que vayan a los pueblos vecinos a buscar alimento, porque están en despoblado. Jesús les pide hacerse cargo de la situación: 'Denle ustedes de comer'. A la objeción de que no podrían comprar alimento para todos y que sólo tienen cinco panes y dos pescados, Jesús les pide traerlos y ordena a la multitud sentarse ordenadamente en el pasto. Tomando los cinco panes y dos pescados levantó los ojos al cielo, dio gracias, partió el pan y se lo dio a los discípulos; ellos se lo dieron a la multitud. A partir de lo poco ofrecido y compartido por los discípulos, Jesús realiza el milagro de la multiplicación generosa de los panes y peces. Fueron cinco mil hombres los alimentados, sin contar las mujeres y los niños.
De lo poco nuestro entregado totalmente, el Señor saca mucho: 'Abres tu mano, Señor, y nos colmas de tus bienes'. Este milagro, narrado por los cuatro evangelios (y por duplicado, en Mateo y Marcos), ciertamente es un anuncio y un anticipo del banquete de la Eucaristía (comunión). Significa la sobreabundancia y la permanencia del alimento eucarístico. Jesucristo mismo es para muchísimos, simultáneamente y en todo el mundo, el 'pan de la vida eterna'. De ahí la importancia de celebrar el domingo (día del Señor), con la misa y la mesa familiar.
Pero, hay otra consecuencia del evangelio: la generosidad en el compartir debe distinguir a los discípulos del Señor, como lo hizo y enseñó San Alberto Hurtado, en cuyo recuerdo hemos iniciado el 'mes de la solidaridad'.