El Rey eterno y universal
"A la tarde te examinarán en el amor", dice San Juan de la Cruz, refiriéndose a aquella escena del Juicio final, presentada por el evangelio de hoy (Mt 25, 31-46). En esa hora decisiva, Jesús, presentándose como Rey del universo, Pastor de la humanidad y Juez supremo de vivos y muertos, pondrá a la luz nuestra actitud - amor o indiferencia- ante el prójimo necesitado, que ha sido también nuestra actitud ante El, representado por los hambrientos, forasteros, enfermos, presos, con quienes El está identificado. Así, el amor al prójimo, traducido en obras de misericordia, se convierte en la medida de nuestro amor al Señor: "conmigo lo hicisteis". De allí brota también el destino eterno de cada uno: la salvación o la condenación. Habrá un juicio particular al que cada uno deberá someterse inmediatamente después de la muerte, para recibir de Dios la retribución que merezcan las obras que haya realizado durante la vida terrena. Pero, habrá también un Juicio al final de los tiempos cuando venga el Hijo del Hombre y sean reunidas ante El todas las gentes. Entonces, El, como Rey y Juez misericordioso, separará a unos de otros como el pastor separa las ovejas de los cabritos, para dar a cada uno el Reino prometido o el castigo eterno. Más que una sentencia inesperada, será un acto de discernimiento en el que aparecerán con claridad las diversas actitudes que hemos tenido en nuestros deberes para con el prójimo, con nosotros mismos y con Dios.
Así, mientras llega ese Día del Juicio y de la Resurrección final, los sufrientes de todo tipo son el rostro viviente de Cristo, cuya Pasión continúa en los miembros de su Cuerpo. Queda claro que el reinado de Cristo es el reinado del verdadero amor, cuyo ejemplo supremo dio El en la cruz. La Solemnidad de Cristo Rey del universo, nos revela que Él es la piedra angular de la creación. Dios quiso fundar todas las cosas en El y, por su sangre derramada en la Cruz, Jesucristo ha restaurado toda la creación desordenada por el abuso de la libertad humana (el pecado). Con nuestro trabajo y compromiso diario, y ayudados por la Gracia de Dios, colaboramos a que el mundo entero se construya según los designios de Dios y que, al final, cuando todo le esté sometido, entonces también el Hijo se someterá al Padre y "Dios será todo en todas las cosas" (cf. 1 Cor 15,28). Mientras llega ese Día, vivamos con fe, esperanza, y amor, sirviendo a nuestros hermanos más necesitados, en los que se asoma el rostro de Cristo.
+Cristián Caro Cordero. Arzobispo de Puerto Montt.