Creer y ser testigos de Cristo
Los discípulos que retornaron de Emaús a Jerusalén, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Jesús aparece de nuevo en medio de ellos, pero como estaban atónitos y llenos de temor creían ver un espíritu. Ellos están turbados y por eso les muestra las manos y los pies. Después era tal la alegría y la admiración que se resistían a creer. Luego come con ellos un trozo de pescado y les recuerda que es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de Él en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos. Jesús abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, añadiendo que el Mesías debía sufrir y resucitar al tercer día, de modo que debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados (cfr Lc 24, 35-48). Esta aparición de Jesús a los discípulos nos muestra que la fe en la resurrección fue un acontecimiento que no aceptaron fácilmente. En un primer momento, permanecen desconcertados, llenos de temores y de dudas. Creen ver un fantasma. Sus mentes y sus corazones se resistían a reconocerlo resucitado, pues lo habían visto padecer y morir en la cruz. Sin embargo, Jesús comprende su turbación y pacientemente les muestra las manos y los pies, con la intención de que crean realmente que es Él. Podemos imaginarnos la inmensa alegría de los discípulos al verlo resucitado, como vencedor del pecado y de la muerte, lo que los llena de esperanza. Pero Jesús no se conforma con las pruebas físicas y da un paso más, les comprende y perdona la dureza de corazón para entender las Escrituras. Precisamente busca que sus mentes y sus corazones, la fe débil, sus creencias todavía poco sólidas, sean iluminadas por la Palabra de Dios.
Gracias a la intervención de Jesús, los discípulos se volvieron fuertes en su fe, dejaron de lado sus dudas y miedos. En dos palabras, fueron transformados por la presencia del resucitado. Si antes eran personas tímidas, llenas de dudas y temores, ahora se convertirán en audaces predicadores de la fe. Desde este momento, se producirá en la historia del cristianismo, el extraordinario tiempo de la primera evangelización. Los discípulos irán por el mundo anunciando la muerte y la resurrección de Cristo, que será el anuncio esencial de la fe. Nosotros, como seguidores de Jesús, también somos llamados a tener una fe más sólida, una fe que nos mueva a anunciar de palabra y de obra a Cristo, de modo que sea conocido y amado por todos.
Pbro. Dr. Tulio Soto.
Vicario General del Arzobispado de Puerto Montt.