Reconocimientos a ejemplos de vida
Son varios los puertomontinos ejemplares que merecen perpetuar sus nombres en alguna calle, monolito u obra de progreso.
Apropósito de la entrega de premios nacionales por estas fechas, incluso uno bastante tardío, porque el agraciado postuló más de una decena de veces y recibió la máxima distinción de las artes musicales del país a los 96 años de edad -como es el caso de Vicente Bianchi Alarcón, connotado músico a quien los chilenos han admirado desde siempre-. Sobre todo, aquí donde hay una extraordinaria sensibilidad. Aunque por lo general nadie busca ser premiado por lo que hace, sino más bien cumplir de la mejor forma posible en la vida lo que le ha correspondido realizar, ya sea artístico, profesional, un oficio, cual fuere el rango de su tarea, siempre hay algunos que son verdaderos ejemplos que imitar para superarse sirviendo al prójimo y a la patria.
En Puerto Montt, no obstante nuestras buenas intenciones de ser justos en este aspecto de destacar la generosidad puertomontina con sus personajes admirables y los patrimonios de los heroicos antepasados, solemos quedar deficitarios en varios casos. Por ejemplo, siguen pasando décadas sin que se restituya el verdadero monumento al Hombre de Mar que estaba dedicado al capitán mercante Luis Alcázar, que fue hecho desaparecer debido a obras de remodelación frente al acceso al puerto. Muchas calles de la ciudad llevan nombres sin identidad local ni significación alguna, hasta incomprensibles, en circunstancias que tenemos una legión de gente nuestra brillante, abnegada y generosa, que merece perpetuar su nombre en su amado terruño, incluso en vida.
Ejemplos emblemáticos de gente nuestra que deberíamos homenajear bautizando algún lugar con sus nombres (obra desarrollista, arteria urbana, cancha y hasta un monolito) son los de Tótila Lintz Stange, el eterno luchador por el progreso de Puerto Montt, y el del recientemente fallecido Melitón Díaz Celis, quien por más de medio siglo ayudó al resurgimiento deportivo porteño, como árbitro en varias disciplinas, dirigente y profesor. También, resalta el nombre del dramaturgo teatral Mauricio de la Parra, el gran creador y artífice de los Temporales Internacionales de Teatro, y el del educador Víctor Romero Peña, que dirigió el Liceo de Hombres por más de 30 años. Y así, tantísimos porteños ejemplares dignos de perenne gratitud por sus lecciones de vida.