No fue un buen año el 2016. En eso no hay mayores misterios. Ha sido el año de la debacle de la actividad política, por la responsabilidad de unos pocos corruptos que financiaron ilegalmente sus campañas y otros que estaban cooptados por intereses empresariales para legislar. Muchas leyes, entre otras, la famosa Ley de Pesca fueron seguramente construidas por el lobby descarado de las propias empresas y hasta aquí aún no hay condenas ejemplificadoras. Muy por el contrario, somos testigos de verdaderos shows mediáticos de la justicia, que se dice, terminarán con muchos políticos con medidas irrisorias y hasta con sobreseimientos. Lo que la gente quiere es que los partidos prescindan de quienes cometen actos ilícitos y vemos muy por el contrario colectividades como la UDI, que no sólo los protegen, sino que los premian. La ciudadanía espera de sus autoridades consecuencia y honradez y muchas veces la respuesta es que vemos situaciones de tanto descaro como la del propio ex Presidente Piñera, quien siendo la máxima autoridad del país no dejó de lado el seguir haciendo negocios, esta vez a través de uno de sus consorcios (Bancard), que en pleno litigio con Perú, compró acciones en empresas pesqueras peruanas. Un país que lideraba los parámetros regionales por ser de los menos corruptos ha cambiado de posición en tan sólo 24 meses, gracias -sin duda- a inescrupulosos que ven en la actividad pública una oportunidad para engrosar sus patrimonios personales, en desmedro del interés ciudadano. Debemos luchar para que en Chile los delitos de fraude al fisco sean imprescriptibles, y por ende, puedan ser investigados aunque hayan pasado décadas desde que se cometió el ilícito. ¿O acaso no es cierto que un alcalde o una autoridad que decide, sobre millonarios recursos, por ejemplo en una licitación de la basura pueda hacerse millonario en una "sola pasada"? Si queremos recuperar la confianza ciudadana, perdida por la sinvergüenzura de unos pocos, la justicia debe actuar con frialdad y condenar ejemplificadoramente cualquier acto de corrupción. A confiar que el 2017 sea en estas materias, un año que marque un antes y un después.

Fidel Espinoza Sandoval.

Diputado de la República. Región de Los Lagos.

Otro de los señeros patrimonios culturales de Puerto Montt -el órgano de la Compañía de Jesús, solidariamente restaurado hace algunos años-, revivirá como en sus mejores tiempos -para adherirse a la etapa fraterna en la espera de la próxima Navidad- a través del gran Concierto Navideño, preparado para mañana jueves 22, a las 19.30 horas, en la Iglesia Jesuita.

Será una suerte de renacimiento de aquellas antiguas tertulias musicales a la vera de ese histórico instrumento de grandes tubos y singular teclado. En esta oportunidad, obrarán el milagro de rescatar aquellas inolvidables veladas, el concertista Jaime Teuquil Vivanco y el flautista Agustín Guiñez, ante la atenta mirada del restaurador organista Iván Brauning. El mismo que en 2013, tras comunicarse con los fabricantes de ese tipo instrumentos, detectó las fallas y lo reparó en una paciente y minuciosa tarea, hecha con toda el alma de un ex sanjavierino. Renacer que se expresó en emotivos conciertos en febrero, julio y diciembre de 2014.

La historia narra que este órgano jesuita fue traído desde Alemania e instalado en el templo jesuita de esta ciudad en 1909. Acompañó por decenios las liturgias religiosas y encuentros musicales con la comunidad de aquel entonces. Hasta que el paso del tiempo lo acalló por desgaste y fallas mecánicas. Fue la etapa en que la Corporación Cultural San Francisco Javier impulsó una campaña para financiar su restauración. Y el primer apoyo surgió en 2008 del organista de la Iglesia Luterana, Carlos Weil, que ofreció dos conciertos a beneficio de la causa en un órgano portátil. Período en el que emergió el especialista Luis González, quien también hizo un gran esfuerzo por recuperar el órgano jesuita.

Pero, la cruzada por su restauración, respaldada por El Llanquihue desde sus inicios, no se detuvo. Hasta que apareció el providencial y decisivo aporte de Iván Brauning y sus amigos, que -con sus propias manos- le devolvieron la vida en plenitud al viejo y querido órgano. El mismo que entonará mañana "Noche de Paz", en espera de la Nochebuena.