Especial calidez humana y un entorno colorido, optimista y fraterno, ha tenido esta vez el ambiente previo a la Navidad en Puerto Montt, particularmente en el centro de la ciudad, en cuya Plaza de Armas se ha producido la sorpresa de los festejos prenavideños a través de las maravillosas y emotivas presentaciones artísticas alusivas de la Colonia Colombiana Residente. La que, de esta manera, revela -con especial aprecio y gratitud- a los puertomontinos sus tradicionales costumbres y el profundo cariño con que en su país aguardan y reviven el nacimiento de Niño Jesús, honrándole con cánticos y villancicos, entre otros gestos de solidaria hermandad.
Junto al árbol pascual y el divino pesebre en pleno corazón de la ciudad, se han ido elevando al cielo las más tiernas y emotivas melodías en espera de ese renacimiento de Dios hecho humano. Hermosos tributos surgidos de los homenajes de la cristiandad local, a los que ahora se agregó la invalorable adhesión de la comunidad colombiana, reforzando una hermandad digna de ser cultivada muy profundamente.
Hoy viernes, los residentes colombianos cumplirán su última actuación en honor del Niño de Belén, finalizándolo con un testimonio fraterno, al compartir con los espectadores algunos guisos y bebidas de auténtica raigambre de su país.
En la culminación de este adviento o espera del gran suceso navideño -Jesús nacido-, resaltó también el gran Concierto de Navidad ofrecido -en el histórico y patrimonial órgano de la Iglesia Jesuita- por el organista Jaime Teuquil y el flautista Agustín Guiñez, ante un compacto público que se conmovió con la resurrección de pretéritas veladas musicales animadas desde ese longevo instrumento.
Así, y más todavía cuando ha estado en entredicho la inmigración al país, en estas jornadas prenavideñas hemos tenido, anticipadamente, el mejor regalo de Nochebuena: el noble gesto de hermandad entre países de la Colonia Colombiana, que en Puerto Montt le cantó al Niño Dios y a los chilenos. Una lección de respeto y amor que no olvidaremos.