Desde hace algunos años el destino de los cajeros automáticos en Puerto Montt muestra una sola tendencia: desaparecen inexorablemente. Existen motivos "razonables" que podrían explicar este fenómeno: por un lado, cada vez hay más grupos especializados en robar este tipo de dispensadores, por lo que lleva a grandes pérdidas a los bancos. Por otro lado, cada vez es más usual que la gente prefiera usar tarjetas para pagar mediante el sistema Redbanc. Hasta ahí, pese a que tiene sentido, hay bienes superiores que se olvidan.
Actualmente hay ejemplos alarmantes en la ciudad. Para muestra un botón: en el Terminal de Buses de la ciudad no hay dónde sacar dinero. Alguien que llegue sin efectivo, ¿cómo paga el estacionamiento? ¿cómo compra pasajes en muchas de las líneas que solo aceptan efectivo? Si algún turista llega a la capital regional y quiere abandonar el rodoviario en un medio de transporte ¿cómo lo paga?
Más allá de los argumentos que se puedan esgrimir para justificar la ausencia de los cajeros, lo cierto es que la situación afecta a quienes viven del turismo, a los pequeños comerciantes que no cuentan con el sistema de pago con "plástico" y, por sobre todo, a la gente más humilde.
¿Acaso debiésemos pedir que los choferes del transporte anden con máquinas para aceptar débito? ¿Qué hacemos con los vendedores de Angelmó que reciben a muchos visitantes que vienen desde nuestro terminal terrestre? ¿Se acaba el pepel moenda?
El tema no es solo la "facilidad" que implica usar una tarjeta, ni siquiera la posibilidad de contar con un plástico de CuentaRut -para todos los chilenos- entregado por el BancoEstado.
Se trata de que no se puede amarrar a todos los comerciantes a trabajar adscritos al sistema Redbanc y tampoco puede ser excusa que los bancos deban invertir grandes montos de dinero en protección para que no sean robados. Claramente, no son entidades que registren pérdidas.
El llamado es a las autoridades para que gestionen lo que corresponda y que no permitan que un sistema útil -pero beneficioso para pocos- sea el único que nos quede. Los bienes superiores son más importantes.