El Día de Todos los Santos, hoy, y el de los Fieles Difuntos, mañana, son jornadas especiales que motivan a reflexionar en la transitoriedad de la existencia humana, que inexorablemente acaba con la muerte. Pero que después de ese episodio, -según la fe cristiana-, el alma tiene la posibilidad de alcanzar la vida eterna en el amor de Dios.
El 1 de noviembre, se recuerda a aquellos hombres y mujeres, conocidos y anónimos, que han llevado una vida de santidad y que ahora están disfrutando de la presencia divina. El 2, se trae a la memoria a todos los fieles difuntos, cuya conmemoración fue instituida en 1915.
Son -éstos- momentos propicios para detener el ritmo del agitado quehacer cotidiano. Y, haciendo un alto revitalizador, calibrar nuestras limitaciones y fragilidades, y nuestra condición de mortales. Lo que el propio Hijo de Dios hecho hombre, Jesucristo, experimentó al morir en la cruz por amor a la humanidad. Se concluye que, ante la fugacidad de nuestra existencia, es indispensable hacerla útil al bien y al prójimo, mientras tengamos esa posibilidad de justificar constructivamente ese paso terrenal. Así, frente a las inquietudes sobre el origen y la finalidad humana, desde la concepción cristiana, se explican en la creación de Dios y en que la permanencia en la tierra no es más que un peregrinaje hacia la morada definitiva, la patria celestial.
Sobre el tema, el Papa Juan Pablo II, hoy santo, y el mejor amigo de los puertomontinos desde su memorable visita en 1987, expuso: "El proyecto originario de Dios era diverso, pero quedó alterado por causa del pecado cometido por el hombre bajo el influjo del demonio, como lo explica el libro de la Sabiduría", destacando también que "con su muerte y resurrección, Jesús venció el pecado y la muerte".
Una bella flor sobre la tumba del ser amado, una amorosa oración por él hacia lo alto, la ternura de un recuerdo inolvidable, el propósito de ser mejores para merecer la vida eterna, que legó Jesús con su martirio, figuran en la agenda de estos días dedicados a los santos y a los fieles difuntos.