En los últimos días, lo que quedó de la Nueva Mayoría intentó empañar el paciente trabajo del Gobierno por restaurar el daño ocasionado al país en cuatro años, cuando la ex Mandataria Michelle Bachelet en la entrevista a un semanario declaró:
"He visto una economía debilucha, que ha aumentado el desempleo".
Fue como una suerte del último estertor de la ex Mandataria antes de abandonar el país, esparciendo el veneno de la discordia y de su credibilidad perdida desde que asumió el cargo, disuelta como sal en el agua.
Los números dicen lo contrario y desmienten la torpe y delirante afirmación de la ex Mandataria por esconder su ineptitud, encabezando una campaña de desprestigio contra el Gobierno de Sebastián Piñera, sostenida como una cruzada por los partidos Socialista y Comunista.
Es sabido que Bachelet siguió actuando a la sombra del Presidente, planificando y ordenando a sus secuaces construir obstáculos para rechazar los buenos propósitos del actual régimen de entregar bienestar a los chilenos, que en cinco meses ha logrado que la economía crezca tres veces más que la administración anterior.
En vísperas de asumir como Alta Comisionada de Naciones Unidos para los Derechos Humanos, Bachelet ha mostrado el verdadero rostro del resentimiento y liviandad, que caracteriza a un sector de la desprestigiada clase política de nuestro país y develó las verdaderas intenciones del Partido Socialista, que lo único que le interesa es que al país le vaya mal.
Ahora, uno se pregunta, conociendo su identidad política nacida de una doctrina que se sostiene en la dialéctica marxista y en la desinformación intencionada, ¿a qué subterfugios echará mano, para evitar que las Naciones Unidas condene a Cuba, Venezuela y Nicaragua, por graves violaciones a los Derechos Humanos, y a otros regímenes socialistas que se encuentran al borde de conculcar severamente los derechos de tantos seres humanos?
Harry Jürgensen Rundshagen.
Diputado (RN) de la República. Región de Los Lagos.