En un país como el nuestro, donde debemos congeniar con los desajustes de la naturaleza, como los desastres experimentados en nuestra zona de tipo sísmico y volcánico, en años pasados, nunca han faltado las quejas en cuanto a que siempre estos fenómenos nos han sorprendido sin la preparación adecuada para enfrentarlos sin victimizaciones ni mayores daños.
Por eso, debemos reconocer la reciente acertada iniciativa de realizar en Puerto Montt, como se hizo, una Escuela para Líderes en Reducción de Riesgo de Desastres de la Provincia de Llanquihue. La concretaron la Seremi de Gobierno, Segegob, Onemi y el Cuerpo de Bomberos. Su objetivo se concentró en el centenar de dirigentes sociales que concurrieron al encuentro, junto a delegados de organizaciones de emergencia y voluntariado, para dotarlos de los conocimientos indispensables para reaccionar con confianza, prontitud y eficiencia ante cualquier emergencia. Como, por ejemplo, saber a quién llamar y acudir, así como conocer cuáles son las tareas prioritarias ante situaciones declaradas de inminente peligrosidad.
Como sostuvo el director regional de Onemi, Alejandro Verges, "nadie puede hacer todo solo". Por lo que es primordial -según puntualizó- preservar una mancomunidad cercana, oportuna y solidaria entre las organizaciones comunitarias y las autoridades locales.
Y, de ese modo, comportarse -prevenidos y bien preparados- sea cual fuere la imprevista catástrofe , cualquiera sea su origen o gravedad. Desde aluviones, derrumbes, inundaciones, estallidos de volcanes, terremotos, crecidas de ríos, maremotos, etcétera, incluyendo -se supone- otras urgencias como los incendios a menudo causados por negligencia humana.
Hay que insistir en esta misión preventiva, capacitando a nuestra comunidad a través de sus organizaciones y líderes, que más tarde llevarán esos conocimientos al grueso de la población. Y, así, estar siempre listos para enfrentar serenos cualquier calamidad y aminorar sus consecuencias.