A estas alturas, son muchos las urbes que, de alguna manera, sueñan con convertirse en las llamadas "ciudades inteligentes" o "smart cities", bajo una orientación que motive hacia la sustentabilidad, mediante el apoyo de infraestructura, innovación y tecnología, que permita disminuir el consumo energético y reducir las emisiones del CO2.
En Puerto Montt bulle también esa inquietud, pero son tantas las limitaciones urbanas, que recién el próximo año se va a restaurar el deteriorado sector céntrico de la capital regional (calle Varas y su entorno), así como también se remodelará y mejorará la zona turística de Angelmó, junto a otras tantas tareas urbanísticas por hacer.
Sobre todo, hay que acudir a los poblamientos de las altas terrazas, donde van estableciéndose las nuevas poblaciones que demanda el incontenible crecimiento demográfico de Puerto Montt. Lo que se ha ido lamentablemente concretando con evidente improvisación y escasa planificación. Siendo la más clara prueba de estas ineficiencias y limitaciones, las comunidades que se han ido estableciendo en los aledaños a la ruta a El Tepual, con aproximadamente ya 22 mil habitantes, entre la población Fresia y el sector de Lagunitas. Como lo registra hoy nuestro matutino en su sección de reportajes, allí falta de todo, incluyendo los servicios básicos, en tanto se acumulan también imperativas necesidades de salud, educación, movilización, resguardo policial, vías de escape y la urgencia de superar la crítica congestión vehicular que se produce en la carretera hacia el aeropuerto, que también requiere optimizarse.
Mientras no se planifique integralmente y con visión de futuro el desarrollo poblacional de Puerto Montt -erradicando definitivamente la obsoleta filosofía de la improvisación y de "ir arreglando la carga en el camino"-, será difícil que una ciudad lerda, torpe, incompleta, irreverente, llegue a transformarse en ciudad inteligente, si para crecer y desarrollarse lo que menos hace es comportarse cuerda y sensatamente.