El Instituto Nacional de Estadísticas acaba de publicar su informe de empleo de 2018, pero con un enfoque muy particular: el de género. Y las noticias no son buenas, puesto que pese a que durante los últimos años es cuando más hemos tratado el tema de la igualdad, a todo nivel, las cifras en lo que respecta a la Región de Los Lagos, están lejos de ser positivas.
Así por ejemplo, encontramos que desde 2014 la tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral ha ido cayendo sostenidamente. Sí, cada año es menor la cantidad de trabajadoras que están activas en el mundo laboral.
En 2014 el porcentaje de participación era del 48,7%. Es decir, del total de mujeres existentes con edad de laborar, un poco menos de la mitad estaba activa. El 2015 esta cifra bajó al 47,1%, en 2016 llegó a 45,6%, en 2017 44,8% y en 2018 se repitió la cifra del año anterior.
Para hacer la comparación, la participación del hombre en estos mismos años es variable, pero fluctuando, aproximadamente, entre el 70 y 75%. Solo el año pasado la brecha entre ambos es de -25 puntos porcentuales.
Diferencias que parecen transversales a las edades de los involucrados. El mejor ejemplo es que según edades, las mayores tasas de participación, tanto para hombres (89,1%) como mujeres (63,9%), se registraron en el tramo de 25 a 44 años, consignando una brecha de -25,2 pp., en desmedro de las mujeres. ¿Qué está pasando?
Las cifras también indican que en la Región de los Lagos, 324 mil personas se encuentran fuera de la fuerza de trabajo, siendo el 63,5% mujeres y un 36,5% corresponden a hombres. ¿Las razones? Del total de mujeres fuera de la fuerza de trabajo, 3 de cada 10 no participaron del mercado laboral por razones familiares permanentes y 2 de cada 10 por razones de estudio.
Así las cosas y pese a tanta discusión pública sobre el derecho a la igualdad de las mujeres, estamos estancados donde mismo. Algo está pasando, algo les impide llegar al punto de equiparidad. Quizás el pago de un menor sueldo por un mismo trabajo realizado (por un hombre) las desincentiva, o tal vez la necesidad de cumplir con la doble función (trabajadora-dueña de casa) aún las detiene para poder participar con la fuerza que merecen. Este es un llamado de atención inquietante, que no pase por alto.