El hecho cuasi policial ocurrido hace unos días en el Colegio Santo Tomás, donde un alumno le prendió fuego a una cortina de una sala de clases; provocando una emergencia que felizmente fue controlada, sin daños mayores ni víctimas que lamentar; es el corolario de una serie de hechos desafortunados que se han registrado durante este año en algunos colegios de la zona, y que al menos, nos deben hacer reflexionar.
Algo está pasando con nuestros jóvenes, que tropiezan en su desarrollo con conductas erradas; que claramente son el reflejo de problemas mucho más profundos que la mera rebeldía propia de la edad. Y por cierto, ni en éste ni en los otros casos, lo sucedido es responsabilidad de los colegios donde se han desencadenado estas situaciones; sino que el problema es de la sociedad en su conjunto.
Y no es menos cierto que hasta hace un tiempo los manuales de Convivencia Escolar en los colegios no existían; bastaba con el reglamento interno. Las denuncias en la Superintendencia de Educación por bullying eran impensadas y hasta el término lo desconocíamos; más bien eran "peleas de niños". Y así, podemos sumar y seguir con conductas que antes no eran parte de la vida diaria.
¿Qué nos pasó como sociedad? ¿Hoy sobrerreaccionamos o antes "hacíamos vista gorda"? ¿Lo que sucede hoy, es fruto de la cultura de la inmediatez, y de la escasa tolerancia a la frustración que tienen nuestros jóvenes? Probablemente exista un poco de todo eso en las acciones que permanentemente observamos en nuestros niños y jóvenes. Por lo mismo, es tan necesario que los colegios hoy inviertan en desarrollo humano, en habilidades para la vida; que son tanto o más importante que los conocimientos técnicos en matemáticas, lenguaje o ciencias.
Porque querámoslo o no, los colegios hoy en día están llamados a entregarle a los alumnos, junto con las materias que obliga la malla curricular del Ministerio de Educación, ciertas herramientas que les permitan a los niños y jóvenes, desenvolverse mejor en el ámbito social y laboral; aspecto que se ha visto deteriorado, entre otros, por el uso de las pantallas y la comunicación virtual; que si bien posee múltiples beneficios para la globalización, genera también otros tantos perjuicios, para una mejor comunicación y socialización de las personas.
El llamado es a reforzar este aspecto clave en la formación de las nuevas generaciones; no sólo para darles una mano en su proceso de crecimiento, que históricamente siempre ha sido difícil; sino que también para anticiparse y evitar los problemas de relaciones, que muchos jóvenes millennials tienen hoy en día.