Al rescate de los árboles urbanos
Tomás Cortese M. Director ejecutivo Fundación Plades. Carol Flores, académica Educación Física Universidad Andrés Bello.
Por esta época al norte, centro y sur de Chile podemos ver consumada la faena de poda de árboles urbanos por parte de contratistas eléctricos, vecinos y departamentos de aseo y ornato. Lamentablemente, la mayoría de las veces esta verdadera tradición es ejecutada de un modo que deja troncos mutilados y deformes, los que quedan luchando por sobrevivir un año más. Tristes postes vivos, deformes por los muñones, ya no sirven más que para dar testimonio de que esta tradición goza de plena salud a pesar de que solo genera un gasto muchas veces innecesario junto con importantes perjuicios a la ciudad y sus habitantes.
Es urgente terminar con esta práctica y comenzar a promover el crecimiento de árboles urbanos adecuados, en armonía con cableados, techumbres y calles. Esta no es una causa "arbolista", elitista o sólo estética, sino un tema de corte profundamente humanista y práctico. El árbol es un recurso accesible, sustentable y capaz de proporcionar calidad de vida de modo equitativo y accesible para todos. A diferencia de flores y césped, los árboles exigen poco cuidado y dan muchos beneficios tangibles, proporcionando sombra y verde en ciudades (muchas veces) grises, a la vez que mejoran la plusvalía en los barrios donde se encuentran bien cuidados. Crucialmente, los árboles son un aliado protagónico para preparar nuestras ciudades frente a los efectos de un cambio climático inminente. ¿Cómo compatibilizar servicios básicos como la electricidad, tránsito y limpieza con ciudades más bellas y equitativas, mejor preparadas para un cambio climático que se nos revela vertiginosamente verano tras verano?
El alcalde de Frutillar le ha solicitado a Plades participar de un trabajo colaborativo con encargados municipales, expertos y vecinos, para rediseñar protocolos de mantención que permitan ejecutar un plan a tres años orientado a rescatar especies dañadas y promover la introducción sistemática de ejemplares adecuados y de buen tamaño en calles y espacios públicos.
Invitamos a comunas, vecinos, empresas eléctricas y contratistas, a tomar conciencia, intercambiar experiencias y a abrazar la causa de los árboles urbanos. Sólo trabajando juntos, podremos hacer historia (no leña) en nuestras ciudades.
Actividad física vs.
índice de obesidad
La obesidad como fenómeno ha estado presente desde épocas muy tempranas en la historia del ser humano. Sólo hasta hace poco tiempo ha comenzado a considerarse como una enfermedad que necesita de atención especializada, a raíz del ritmo acelerado de aumento de casos de sobrepeso y obesidad, tanto a nivel mundial como nacional. A tal grado ha sido el avance de la obesidad en la población, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado que esa condición ha alcanzado la proporción de una epidemia a nivel mundial, representando de esa manera una vital amenaza para la salud (OMS, 2013).
Si observamos las prevalencias en población infantil, la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (Junaeb) publicó el mapa nutricional correspondiente al año 2018, en el que se observa que un 23,1% de los menores de prekínder padece de obesidad; mientras que un 26,3% tiene sobrepeso; en primero básico, la situación es similar. Un 24,4% presenta obesidad y un 27,4% presenta sobrepeso; esto quiere decir que más del 50% de los infantes entre cuatro y seis años en nuestro país pesa más de lo que se considera normal para su edad. Existe evidencia que avala que alrededor del 50% de los escolares que fue obeso en su etapa escolar se convierte en adulto obeso (OMS, 2013), además de asociarse a una mayor morbilidad y discapacidad en la edad adulta (Aguilar Cordero, M.J. 2014). De acuerdo a la OMS, ésta recomienda para niños y adolescentes de 5 a 17 años, practicar al menos 60 minutos diarios de actividad física moderada o intensa. Duraciones superiores a los 60 minutos de actividad física procuran aún mayores beneficios para la salud. Por el contrario, el sedentarismo produce efectos negativos en niños, como el aumento de peso. Hay otro factor también involucrado y es la creciente prevalencia de tiempo que pasan con pantallas, ya sea viendo televisión o el celular, o jugando videojuegos (Anderson, Economos y Must, 2008: Leatherdale, Faulkner y Arbour-Nicitopoulos, 2010). La Academia Americana de Pediatría recomienda que se limite el tiempo de pantallas tan sólo a 1-2 horas/día. Ver televisión predice una menor condición física (Mota, Ribeiro, Carvalho, Santos y Martins, 2010), y esto resulta relevante porque existe evidencia.