En el espacio creativo Daetz de Frutillar, el destacado profesor Patricio Meller presentó su más reciente libro, "Claves para la educación del futuro: creatividad y pensamiento crítico". La ocasión fue propicia para conversar sobre la innovación pedagógica, que justamente práctica el Colegio Kopernikus (organizador de la actividad), pero que ha logrado contagiar a otros establecimientos . Y a juzgar por la evidencia, necesariamente debe permear al sistema en general.
Resulta claro que los modelos estandarizados de enseñanza ya no son capaces de responder a la demanda del mercado; porque ni los alumnos llegan bien preparados a la universidad, ni ésta prepara a las nuevas generaciones con las habilidades necesarias para enfrentar problemas que requieren creatividad y adaptabilidad. El conocimiento puro y duro, ya no es suficiente. De hecho, la información ya no es un privilegio de pocos; muy por el contrario, hoy está disponible para todos y en todos los dispositivos electrónicos existentes. Entonces, la cuestión ya no pasa por saber más o menos; pasa por saber cómo utilizar lo que sabemos, siendo innovadores y creativos en la aplicación de dicho conocimiento.
¿Nuestros niños y jóvenes están aprendiendo realmente las materias que se imparten en los colegios?, o ¿sólo la memorizan para responder la evaluación de turno? ¿Los colegios están preocupados de que los niños aprendan, y resuelvan y enfrenten situaciones con innovación y creatividad, o sólo les interesa un buen resultado en el Simce y la PSU?
Las universidades hoy se quejan que los jóvenes no llegan bien preparados desde la enseñanza media y ellos tienen que nivelarlos. La comprensión lectora y la capacidad para razonar matemáticamente son deficientes; y ni hablar de argumentar o dar respuesta a ciertos problemas que requieren de un pensamiento crítico bien entrenado.
La responsabilidad es compartida. La estandarización impuesta por el Ministerio de Educación tiene mucha culpa en esto, pero también la tienen los profesores, y los propios padres y apoderados, que sumidos en una vida competitiva, le traspasan sus frustraciones y afanes de protagonismo a los niños; quienes caen en la vorágine de un sistema, que efectivamente deja poco espacio para la creatividad.
Pero no todo está perdido. Al menos hay conciencia que la educación en Chile requiere un cambio, no sólo para ser competitiva a nivel internacional; sino para efectivamente formar a los profesionales que el país necesita; para las actividades productivas y de desarrollo del mañana. Y por algo hay que partir. Y la innovación, la creatividad y el desarrollo del pensamiento creativo, parecen ser el camino, para el cual tampoco se requieren grandes recursos; sino atreverse.