Crisis social puede agudizar diferencias en las familias o propiciar la comunión
PROFESIONALES ANALIZAN. Es muy común que en los núcleos íntimos convivan distintas opiniones o posiciones, que en periodos como en el actual se agraven y traduzcan en conflictos. Para evitarlos, es clave construir espacios desde el respeto.
Chile vive días que marcarán un antes y después en la historia. Es un periodo de una profunda crisis social que está gestándose desde hace décadas y que como fenómeno da para un gran análisis, sobre todo porque a la par de las múltiples manifestaciones pacíficas a lo largo y ancho del territorio nacional, han acontecido graves hechos de violencia que han afectado a decenas de personas e incluso cobrado vidas.
No obstante, a los conflictos que se perciben en lo público, donde no han faltado las discusiones acaloradas o peleas entre personas que simpatizan con distintos ideales en la forma de protestar o por la respuesta de las autoridades a lo que ocurre y que puede afectar la fortaleza en la unión colectiva, los desacuerdos también se pueden evidenciar en las familias y amigos, en relaciones que no son inmunes a verse dañadas, según afirma la psicóloga clínica María José Gallardo, de la Clínica Sanatorio Alemán y docente de la Universidad Católica de la Santísima Concepción.
Experiencia y opinión
Desde su experiencia como especialista en Terapia Familiar y mediadora familiar, las diferencias de opiniones, convicciones e ideologías en los núcleos íntimos se dan con mayor frecuencia que la que se podría intuir.
Lo anterior se da porque, aclara, "todos los seres humanos somos distintos" y por tanto cada persona es única en sus características, intereses, formas de sentir y pensar, sobre lo que plantea que si bien pueden existir muchos individuos que simpaticen con una causa o corriente (política, por ejemplo), y apoyen una ideología. "Todos pensamos distinto y siempre existirá algún tema en el que vamos a distar entre quienes están en el mismo grupo", afirma.
La lógica opera a todo nivel, desde lo macro y colectivo como una nación o partido político hasta lo micro y personal, como la familia, pareja y amigos, asevera la psicóloga. Esto se explica porque la experiencia de vida es determinante en la formación de una opinión o posición respecto a un tema o ideología. Así, por cuestiones de crianza influyen los padres y adultos significativos, pero también el colegio, los grupos de pares y las realidades que se viven o perciben en contextos distintos al propio, incluso si sólo se ven a través de un medio de comunicación o red social digital.
Adolescencia y distintas generaciones
La construcción de pensamientos e ideales es dinámica y constante, pero según lo que comenta María José Gallardo, comienza a evidenciarse en la adolescencia, sobre todo en lo que dice relación con las diferencias con las familias, pues es la etapa cuando las personas "empiezan a buscar su identidad y tratan de identificarse fuera de su hogar y lo hacen con su grupo de pares, compañeros de colegio y amigos", apunta. Es cuando empiezan a conocer otras realidades, a compartir más con otros, a formar y a manifestar sus propias opiniones y convicciones, que pueden ser muy distintos y hasta opuestos a la de los padres y familias. Con mayor razón las diferencias se ven con la pareja o entre amigos, pues muchas veces se criaron y crecieron en contextos muy diferentes.
Considerando esta individualidad en el proceso de socialización como gatillante de la diversidad, según también enfatiza el sociólogo Luis Silva, hay otros aspectos sociales vinculados a la convivencia de tantas opiniones en un núcleo.
Uno puede ser el mayor acceso a información versus las posibilidades en décadas pasadas, pero también añade que "hoy, producto del aumento de la esperanza de vida y del retraso del proceso de natalidad es bastante habitual observar diferencias generacionales, que conllevan experiencias distintas y, por ende, diferencias en cuanto a la forma de entender lo político. Por eso, es mucho más probable encontrar diferencias a nivel de núcleos familiares y de generaciones".
Impacto del conflicto
Tanto Luis Silva como María José Gallardo coinciden en que estas diferencias de opinión dentro de los núcleos íntimos pueden generar disrupción y conflictos más o menos graves. Por estos días o en situaciones de crisis, los diálogos podrían llegar a una discusión poco amigable, pero momentánea en el mundo real o virtual (redes sociales), o en peleas que quiebren una familia porque dos integrantes decidieron no hablar más.
Según expone Gallardo, la gravedad del conflicto tiene que ver principalmente con la rigidez de los pensamientos e ideologías que hay en una familia o persona, pues esto puede ser determinante en la mayor aceptación o tolerancia frente a opiniones distintas.
Silva añade que "si la familia no opera con criterios democráticos, donde no se refuerza el proceso comunicativo y la posibilidad de disentir, entonces es altamente probable que surjan rivalidades absolutas y desmedidas. Por otra parte, si el espacio de comunicación interna es participativo y democrático es mucho más probable que el diálogo fluya sin mayores incidentes".
Respeto y comunión
Y para conversar y convivir sanamente pese a las diferencias que, claro está, siempre existirán, el ingrediente esencial de la fórmula es el respeto, enfatiza Felipe García, psicólogo clínico y académico de la Universidad Santo Tomás, especialista en estrés y trauma, pues es la manera en que las personas pueden escucharse con atención y dialogar compartiendo visiones, por muy distintas que sean. Y al encontrarse posiciones distintas de forma sana, se pueden complementar y enriquecer para construir una realidad de la que todos son parte.
Así, hace hincapié en que "el respeto y la comunicación son aspectos básicos en las relaciones, y deben estar presentes y fortalecerse desde siempre", y en instancias como la actual que se puede reforzar.
Pero García plantea que "si hay crisis dentro de las familias (o núcleos íntimos) a raíz de lo que ocurre hoy es porque esto no se había trabajado ni fortalecido", es decir es que se agudiza un síntoma que ya existía, y no cree que éste sea el momento para hacer lo que no se hizo antes, pues advierte que "en momentos de crisis es mucho más difícil lograr una comunión".
Y comunión es un concepto en el que se detiene el psicólogo, pues desde su perspectiva, aunque pueden haber familias, amigos y comunidades en conflicto por sus desaveniencias frente al contexto, cree que "la gente está más conectada entre sí que desconectada. Pueden existir diferencias de opinión en las formas (de protesta o hechos ocurrido), pero no en el fondo (demandas). Entonces, creo que hay una sensación de comunión".
Lo que destaca es que esto puede traer efectos positivos en la salud mental, según lo comprobó junto a un grupo con el que estudiaron en la población de la Región de Aysén que hace unos años vivió episodios de violencia, detallando que "las personas que participaron de las manifestaciones en comunión con otros alcanzaron un nivel de crecimiento mucho mayor que quienes no fueron parte de ello". Es por ello, que para finalizar afirma que "el sentimiento de comunión con otros con los que compartes pensamientos (o ideales), con quienes sientes que puedes hacer cambios y transformaciones, promueve el crecimiento y bienestar (personal y colectivo)".