La tragedia ocurrida con la iglesia San Francisco de Ancud, en Chiloé, recientemente arrasada por un devastador incendio, pone el dedo en esa preocupante llaga que es la superficial y frágil conciencia regional , en cuanto al cuidado y preservación integral que ameritan los señeros patrimonios que identifican los más importantes episodios de la historia del austro sur patagónico de nuestro país. Son muchos los tesoros del pasado, que han desaparecido víctimas de la desidia y mínima importancia que se les da a esos símbolos del pretérito esfuerzo y sacrificio que abrieron nuestro porvenir.
Qué más patético ejemplo, aquí mismo en Puerto Montt, que el de la antigua Casa Ebel, todo un pretérito legado arquitectónico y social de los tiempos fundacionales del heroico Melipulli, que hoy se cae a pedazos en el más completo abandono e indiferencia. Salvo algunas publicaciones de El Llanquihue, llamando a su auxilio, junto a algunos arquitectos locales como el fallecido Gian Piero Cherubini, quien trató de impulsar un proyecto en rescate -en el mismo lugar- de ese añoso inmueble testigo de la vida puertomontina. Mientras que después de 40 años todavía carecemos del museo para guardar las reliquias de ese patrimonio universal que es Monte Verde, que -paradójicamente- honra a nuestro terruño como la cuna de la civilización americana. De lo cual parece no haber la debida y justa consideración, en lo que es su verdadera dimensión cultural y turística, dado el interés global reinante por estos temas.
A propósito de la destrucción por el fuego del templo ancuditano -una de las 14 iglesias chilotas declaradas en el 2000 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO-, ha habido voces autorizadas que han opinado sobre la vulnerabilidad de las maderas en que están construidas y el imperativo, por lo mismo, de redoblar el resguardo y conservación de ellas. Como asimismo, como iniciativa de fondo, incrementar la conciencia ciudadana patrimonial, comenzando desde la escuela misma, para que los emblemas del pasado se valoricen como atributos sagrados y vitales para avanzar hacia el porvenir.