Destrucción de ciudades
Con relación a la carta de Jaime Barrientos Proboste -publicada ayer bajo este mismo título en el Diario El Llanquihue-, cabría comentar que la obligación estatal de conservar el orden público y de proteger los derechos humanos tiene por consecuencia que el Estado debe usar la violencia legítima -de la cual tiene el monopolio- contra las personas que ejercen la violencia ilegítima.
Si bien el Estado tiene la prohibición de abusar de la fuerza, tiene la obligación de usarla para garantizar el Estado de Derecho, reprimir actos vandálicos, resguardar los derechos humanos de los ciudadanos y promover el bien común. El grado de fuerza que se utilice debe ser apreciado prudencialmente por la autoridad, siguiendo principios como los de racionalidad y proporcionalidad.
La desproporción en el uso de la fuerza no sólo puede predicarse respecto de la que es excesiva para cumplir con un determinado fin, sino que también respecto de la que es insuficiente para lograrlo. Si bien el uso de armas letales sería desproporcionado para reprimir a personas que están rayando un muro o insultando a policías, no lo es para proteger la vida; cuarteles militares o policiales que son atacados con armas de fuego o artefactos incendiarios; hospitales; iglesias o edificios patrimoniales; supermercados o instalaciones de la infraestructura crítica cuya destrucción dejaría desabastecida de alimentos, agua, electricidad, combustibles o transporte a toda una ciudad.
Adolfo Paúl Latorre
Gobernadores regionales
El nuevo cargo de gobernador regional está contra las cuerdas. No sólo por la incertidumbre que aún pesa sobre sus hombros, pues no existe claridad de funciones, competencias u otros.
La ley corta, de pretendida aprobación para marzo, mantiene la incerteza. La última encuesta Cadem pareciera dar el golpe de knockout. Un 73% sabe poco o nada de las atribuciones del nuevo gobernador regional y un 65% está de acuerdo con aplazar sus elecciones.
Una seguidilla de errores, desaciertos e infortunios tiene colgando de un hilo uno de los escasos proyectos de descentralización del país. Es tiempo de que el país adopte un compromiso serio con el desarrollo de sus regiones y de una vez por todas trabaje enfocándose en ello. El tiempo se agota.
José Luis Trevia
Primera línea
"Por favor, recibámoslos de a pie, con un aplauso, a nuestros héroes". Así llegaron representantes de la primera línea al Foro Latinoamericano de Derechos Humanos que se realizaba en el ex Congreso Nacional.
Chile vive una verdadera paradoja. Un mundo al revés, en el cual se romantiza la violencia al punto de considerarse heroica. Aquel aplauso no es más que el de unos padres irresponsables que les dicen a sus hijos que los medios no importan, mientras el fin sea afín a sus intereses.
Tal lógica, propia de los fascistas, sólo confirma un secreto a voces que muchos pensábamos: no son otra cosa que cómplices de la violencia, de la cual nuestra democracia es víctima. No nos equivoquemos, aquellos que dicen defender los derechos humanos, pero que, como poetas, tratan de héroes a violentistas de tomo y lomo, sólo son parte del problema y no de la solución. Los derechos, aunque no les guste, son de todos y no de algunos.
Nicolás Martins
Día de la Escritura Chilena
El 23 de enero de 2015, el cronista Pedro Lemebel partía, el cáncer a la laringe fue más fuerte que su cuerpo, pero por ningún motivo más eterno que su prosa poética aguda y afilada como sable, una narrativa que durante dos décadas hizo equilibrismo desde los bordes de la marginalidad.
Tres años más tarde, el calendario nuevamente detenido en el 23 del primer mes, en esta ocasión se nos iba del mapa el antipoeta, el Nicanor Parra de San Fabián de Alico, el escritor que revolucionó las formas de la poesía nacional, el hombre que puso al ingenio como la primera piedra de las nuevas sinapsis del lenguaje. Y ahora recién, con el calendario tibio y en el mismo día que los otros dos, se va de este lado de la muerte el poeta Armando Uribe, un intelectual de raza, un indignado permanente de un mundo que siempre le pareció incomprensible.
No serán pocos los que se morderán las uñas pensando en los próximos 23 de enero, como el día en que la muerte se acuerda de venir a buscar a los grandes de la literatura chilena que nos van quedando. En un país donde damos tribuna al "día de lo uno" o al "día de lo otro", creo que tenemos la obligación ética de entregar al menos un día al año la oportunidad para conmemorar con rabia, ternura, dolor y orgullo el "Día de la Escritura Chilena", y qué más simbólico que un 23 de enero, el día en que los que escriben se retiran de nuestra geografía, pero nunca de nuestra historia.
Franco Muzzio, Extensión de la Universidad Central