Ambulantes y crisis sanitaria
Los comerciantes informales están pasando por aciagos días por su informalidad y los bruscos cambios de costumbres en la vía pública.
Por lejos, la actual crisis de la pandemia es la más grande que se ha desatado durante décadas en todo el planeta. Como pocas veces se ha visto en la historia de la humanidad, una epidemia ha azotado en corto tiempo (desde diciembre a la fecha) a los cinco continentes, iniciándose un profundo proceso de transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales que harán de este mundo uno muy distinto al conocido.
La respuesta de los gobiernos a esta catástrofe habrá de considerar numerosos aspectos de la vida cotidiana de las personas, quienes una vez se acabe este punto de inflexión de la historia moderna, tendrán que reiniciar sus rutinas en un entorno diametralmente diferente en lo que respecta al empleo y satisfacción de necesidades básicas, junto con arrastrar las secuelas de una economía que a nivel global ya se declaró en recesión. Ello ocurrirá, claro está, una vez que la amenaza del coronavirus ya haya sido erradicada.
Algunos quedarán en mejor pie que otros para esta etapa y la próxima. Será en aquellos segmentos, los más golpeados por esta crisis, donde el Gobierno tendrá que colocar un acento preferente para convertirlos en destinatarios de la ayuda estatal.
Uno de ellos es el de los comerciantes ambulantes, habituales protagonistas de las ciudades que se mueven entre la informalidad y la tácita aceptación de las autoridades, como ha ocurrido en Puerto Montt, donde un decreto municipal que pretendía erradicarlos desde el centro, en enero pasado, aparece ahora tan lejano como inconducente, dado el actual escenario. Este sector, que no existe para el sistema formal, requerirá en el más breve plazo de ayudas directas de parte del Estado. Ya no tienen clientes en la calle, los programas de erradicación hacia otras zonas no garantizan absolutamente nada y hasta ahora no han sido incluidos en los primeros paquetes de ayuda.
Estas familias necesitarán de ayudas prontamente, porque como dijo uno de estos ambulantes a El Llanquihue en la edición de ayer, "si yo no trabajo, mis hijos no comen".