El ser humano puede llevar una vida sin mayores cuestionamientos o, por el contrario, con la pregunta como fundamento de su propia existencia. Es desde las interrogantes donde surge lo fecundo, lo creativo, lo movilizador.
Cuando se toma conciencia de que siempre se está escogiendo, comienza el camino propio. La persona se convierte en protagonista, asumiendo la responsabilidad en las elecciones y acciones, sin responsabilizar al resto.
Son innumerables las preguntas que pueden surgir y desde diferentes ámbitos. Sólo el hecho de su formulación implica estar ya en camino, porque desde el enunciado comienza la trayectoria.
¿Estoy dispuesto a mantener una relación en estas condiciones? ¿Quiero seguir viviendo con este temor? ¿Puedo hacer algo distinto? ¿Quiero que la indiferencia sea mi compañera? ¿Quiero involucrarme y denunciar la violencia? ¿Qué me pasa que me ofrezco a ser testigo pasivo? ¿Seré capaz de asumir mi propia agresividad? ¿Continuaré respondiendo a partir de la rabia? ¿Qué pasa conmigo que no soy capaz de pedir ayuda? ¿Cómo puedo terminar con esto que me incomoda? ¿Podré volver a quererme?
Entonces, la pregunta puede ser el inicio de un proceso de transformación que podría sanar la propia vida y la del entorno. Hay veces que el camino se puede recorrer solo, y en otras, requiere de acompañamiento. Para ello, es necesario tener la convicción de que reconocer la propia fragilidad es la mayor fortaleza. "Necesito ayuda", es la frase de humildad que debe estar presente, dejando de suponer que el tiempo irá solucionándolo todo.
O como la tentación de caer en la actitud conformista, en que lo que la persona haga o deje de hacer no va a tener ninguna relevancia, porque siempre todo seguirá igual… como siempre. De allí la importancia de cuestionarse para que surja una acción nueva. El camino por transitar estará cargado de energía, porque será la propia fuerza la que impulsará el nuevo recorrido.
La pregunta trae la esperanza de la fecundidad.
Fabiola Hott, consejera
familiar del Cenfa Puerto Montt