Lejos de los abrazos
Tan sólo el tiempo se detuvo. Un retroceso inesperado ante los ojos del ser.
Ante la vida y el universo la paz flotó en sus cauces, en el aire que respiramos y en el taco del colapso enemigo de la diversidad. El tiempo se dio de su propia medicina, controlando lo incontrolable y tomó la fortaleza de respirar sin pedir segundo. Se lanzó al mundo y decidió despertar con la magia de lo simple.
Nos alejó de los abrazos, valorados por tan pocos y nos distanció de nuestros amigos... ¿Pero? por qué culpar a la tierra de nuestro error.
Tuvimos tiempo de sobra y no supimos aprovecharlo. Nos enfrascamos en la tecnología, perdiendo el control de un beso apasionado, de un saludo fraterno y le dimos la espalda a aquello por decirle adiós a nuestra esencia de seres sociables.
Nos fuimos como arroyo por un río con corriente activa y ahora gritamos para salir de ahí, con esperanza para volver al punto de partida... ahogándonos en nuestra propia mente, ahora queremos libertad, y encerrados en nuestra propia trampa no sabemos cómo respirar.
La vida salvaje alegre puede volver a renacer y la pureza se puede volver a cumplir. La añoranza de los que sin voz comunicaban el dolor, están volviendo a la vida...
¿Qué contradicción, ¿no? Cuando tú estas en la cima de la victoria, inevitablemente otro está en la derrota de su vida.
Esto tan sólo es un llamado a la empatía, a la amistad y al cambio de mentalidad y actitud. Tú haces el cambio. Nosotros hacemos el cambio. Desde hoy, desde tu hogar.
Loreto Rehbein Leichtle
Civilización occidental
Desde el siglo I D.C. hasta el siglo XXI de la Era Cristiana, la historia universal celebra el nacimiento de Cristo con la fiesta de la Navidad, con la cronología de cada año nuevo que marca el adentrarse en el tiempo de aquel acontecimiento supremo que ha dividido la historia de la humanidad en Antes y Después de Cristo (A.C y D.C.); y con la fiesta de la pascua o Semana Santa que constituye la conmemoración reverente de la muerte y resurrección de Jesucristo, el Hijo de Dios; huellas ciertas y sublimes de que Él estuvo, está y estará siempre con nosotros en este mundo suyo y nuestro.
Dijo: "Yo soy el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos" (Ap.1:17,18). ¿Qué importancia tiene hoy esta cosa teológica, histórica, cronológica y sociológica tan elemental en tiempos científicos? Pues ocurrió un despertamiento inesperado de la conciencia universal de que somos seres mortales; y esto, debido al terrorífico coronavirus.
Un académico, entrevistado sobre esta pandemia, entre otras cosas, dijo algo como esto: "las pandemias son frecuentes hoy por el aumento de la vida sobre el planeta y los únicos que han superado sus exterminios completos son nuestros primos: el chimpancé, gorila y orangután".
Desconsoladora la academia ante realidades metafísicas. Es que la modernidad se ha desmarcado de lo elemental, ignorando su complejidad psíquica original surgida en naciones occidentales -gestoras de esta civilización- que supieron valorar la figura humana a la "diestra de Dios" representada en Cristo, en la eternidad; sumada al sentido imperecedero de la igualdad, libertad, dignidad y derechos inalienables trascendentes de nuestra condición humana universal.
Sergio Liempi Marín
Recomendaciones de la OMS
Si bien la OMS (Organización Mundial de la Salud) recomienda mínimo un metro entre personas para prevenir contagios, en Estados Unidos se usan seis pies (1,8 metros), pero incluso en algunos países la recomendación es de dos metros.
Nuestra distancia de un metro mínimo podría subir a no menos de 1,5 (para acordarnos: distancia mínima legal para adelantar a un ciclista). Y para prevenir los reiterados contagios masivos que ha habido por haber estado en la misma reunión, debe adoptarse la regla de oro: la mejor medida de protección contra el coronavirus es actuar suponiendo que todos los demás están infectados mientras no se demuestre lo contrario (preferentemente con el test PCR).
Si le suena muy paranoico, piense como hipocondríaco: usted es el único infectado(a) y no quiere contagiar a nadie más.
José Luis Hernández
Compañías telefónica
¡Qué martirio!, si antes pensaba que por la falta de un buen servicio nos habíamos convertido en dependientes, súbditos o vasallos de las compañías de telecomunicaciones y/o similares; hoy, creo somos o seremos esclavos.
José Manuel Caerols
Crisis sobre crisis
Una crisis sobre otra crisis, eso es lo que nos dejó el estallido social y el covid-19.
Rafael González