Existen disciplinas dentro de las ciencias sociales y las humanidades que estudian a nuestras y nuestros antepasados en toda su extensión y complejidad. Dentro del conjunto de las ciencias modernas, la arqueología y la historia han recuperado las páginas perdidas de nuestra trayectoria como especie (más de tres millones de años). El estudio de esa historia arqueológica que es al mismo tiempo diversa, fascinante y dramática, más allá de sus fines puramente científicos debe permitirnos contribuir al bienestar de la sociedad, especialmente en la actual emergencia sanitaria mundial.
Dos ejemplos. El historiador peruano Lorenzo Huertas describe en "Injurias del Tiempo" (2009) numerosas epidemias que asolaron el Virreinato del Perú en el siglo XVI -viruela, buba, sarna, caracha-, todas ellas registradas en la documentación colonial: en 1546 la epidemia fue general, en 1554 el reino de Chile fue afectado por la fiebre tifoidea, en 1560 la peste azotó a Potosí y en 1585 la viruela y el sarampión se apoderaron del Cuzco. Noble David Cook, otro historiador americano, analiza en "La catástrofe demográfica andina, Perú 1520-1620" (2001) como las epidemias transmitidas desde Europa mermaron y transformaron decisivamente a la población sudamericana, especialmente dentro de los límites que entonces tenía el imperio inca, que incluían el sur de Ecuador, Perú, Bolivia, el noroeste de Argentina y el norte y centro de Chile.
Junto con las terribles consecuencias que tuvieron, las epidemias desencadenaron procesos migratorios y de reconfiguración geopolítica cuyos efectos han modelado nuestro presente. La sobrepoblación y hacinamiento, la pobreza, la falta de especialistas, infraestructura y sistemas hospitalarios en las grandes ciudades fueron problemas en aquel lejano siglo XVI como en el actual siglo XXI.
Debemos recordar que muchas enfermedades de difícil manejo y contención han sido provocadas no sólo por efectos de la migración o invasiones, sino por cambios climáticos abruptos -sequías, aumento de precipitaciones y temperatura-, lo cual debe hacernos reflexionar sobre la relevancia de la investigación, la planificación de nuestras ciudades y regiones, y la más relevante de todas las lecciones que debiéramos haber aprendido: dotarnos de un sistema de salud público capaz de sostener dignamente al conjunto de la población.
Simón Urbina A., director de la Escuela de Arqueología