A cinco años del inesperado despertar del Calbuco
Periodista, máster en Protección Civil y Gestión de Emergencias
Hace cinco años, a las 17.50 horas del miércoles 22 de abril de 2015, el despertar del volcán Calbuco nos sorprendió a todos. Sin previo aviso, una enorme columna gris de 16 kilómetros de altura se elevó desde este gigante emplazado entre Puerto Montt y Puerto Varas.
Aún cuando en ediciones previas Diario El Llanquihue había informado de un encuentro entre especialistas del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin), con pobladores y dirigentes de Alerce preocupados por "ruidos subterráneos", nadie anticipó la erupción.
Tampoco nadie anticipó la reacción de la desconcertada población. A las 18 horas la congestión vehicular en Puerto Montt, Alerce y Puerto Varas era evidente. El agua embotellada se agotaba en el comercio y en las estaciones de combustible se observaron largas filas de automovilistas que esperaban llenar sus estanques, generándose situaciones ajenas a la tranquilidad solicitada por la autoridad.
Los efectos de la erupción del Calbuco no fueron sólo emocionales. Ensenada se cubrió de "piedrecillas" emanadas del volcán, mientras la población con el apoyo de Carabineros y Bomberos evacuó el lugar. Varias techumbres colapsaron por el peso del material piroclástico, entre ellas la del cuartel de "los chicos buenos".
En la cara sur del macizo, territorio de la comuna de Puerto Montt, se desarrolló con éxito la evacuación de sectores como Correntoso, Río Blanco y lago Chapo. La medida no pudo resultar más acertada. Cerca de la medianoche, un segundo pulso eruptivo generó lahares que arrasaron con dos puentes y cubrieron un tercero ocasionando pérdida de la conectividad. En Río Blanco la fuerza del torrente de ceniza y agua arrasó con instalaciones industriales y viviendas, ello sin registrar víctimas. Sólo un excursionista que se acercaba a la cumbre del Calbuco desde la Reserva Nacional Llanquihue estaba extraviado, apareciendo al día siguiente.
Una de las lecciones que dejó la erupción es la importante responsabilidad de los medios de comunicación no sólo en la cobertura de los desastres naturales, sino que en la prevención de sus efectos. Durante un evento de estas características, la adecuada entrega informativa es la herramienta más eficaz para disminuir la incertidumbre de una población que ve cómo un fenómeno de magnitud transforma su espacio vital.
A cinco años del despertar del Calbuco, nuevamente nos enfrentamos a una emergencia, pero esta vez con características distintas. La presencia del coronavirus no está acotada sólo a un punto específico de nuestra geografía, sino que se sus efectos de extienden por todo el planeta. Sus riesgos no se pueden apreciar a simple vista, como la columna que coronó al volcán, ya que estamos frente a la presencia de un peligro invisible, que sólo es posible prevenir con la ayuda de todos. Hoy resulta fundamental el lavado frecuente de manos, el uso de mascarilla, el distanciamiento social y la protección de nuestros adultos mayores.
Luis Américo Toledo Mora