Desde hace varias semanas que se está haciendo compleja la contención del covid-19 en Puerto Montt. Al menos a mediados de mayo comenzó a vislumbrarse a una visible tendencia de alza de contagios que terminó por dejar hace rato a la capital regional con un registro muy por sobre los casos que está anotando Osorno, que en abril se sometió a una larga cuarentena decretada por las autoridades producto de explosivos brotes que era urgente frenar.

Al tiempo de que empezara a evidenciarse esta escalada en Puerto Montt y sus comunas más cercanas (la situación también es preocupante hoy en Calbuco y Frutillar), las autoridades regionales fueron implementando sucesivas medidas que en el camino demostraron su inefectividad. Allí figura la barrera sanitaria instalada en la Ruta 5 Sur, entre Puerto Montt y Puerto Varas, que finalmente tuvo que ser levantada por el riesgo que significaba a los fiscalizadores exponerse a algún accidente de tránsito, merced a la velocidad de los vehículos y a la escasa visibilidad en los días de invierno.

También se anunció en su momento la habilitación de puestos sanitarios en la calle Antonio Varas para restringir la circulación de las personas y la presencia del comercio ambulante, pero tampoco dio grandes resultados. Las largas filas que se producen en el centro y la presencia cada vez mayor de vendedores informales se ha convertido en una mezcla perfecta para la diseminación del coronavirus que ahora se busca enfrentar con una nueva medida: la restricción horaria del comercio, tanto en la capital regional como en Calbuco.

Esta vez, la Seremi de Salud ha optado por limitaciones bastante más estrictas, tanto para disminuir la actividad comercial (aunque con horarios diferidos según el día de la semana) como para evitar las aglomeraciones en el centro. La experiencia de las iniciativas anteriores muestra que para que la anunciada restricción sea exitosa, se requiere de una fiscalización activa que haga ver desde el primer día lo que se puede hacer y lo que no.

Sin una vigilancia periódica y enérgica de la autoridad, este nuevo paquete de medidas terminará engrosando la lista ya conocida y encaminará a Puerto Montt a una cuarentena, como lo advirtiera la Autoridad Sanitaria el día del anuncio.

No se trata de hablar por hablar, de lanzar palabras al viento o de conversar con quien tengamos en frente de los quehaceres cotidianos, del clima, del trabajo, de los niños u otros temas. Hablar es una herramienta valiosa y poderosa para relacionarnos con un otro, para comunicarnos y expresarnos; de ahí la importancia que tiene buscar a la persona apropiada para hablar de lo que nos pasa, nos agobia, nos aflige o nos quita el sueño. Se trata de hablar de como nos sentimos.

Siempre estamos sintiendo. Las emociones reflejan nuestro mundo interior y cuando las compartimos disminuyen su intensidad, provocando una sensación de alivio. Por ejemplo, cuando nos surge pena por el dolor que nos causa la partida de un ser querido o la enfermedad grave de un familiar, ¡cuánto nos consuela el hecho de estar con alguien a nuestro lado y poder hablar de cómo nos sentimos!

Son tiempos complejos donde estamos experimentando una gran confusión de nuestras emociones, lo cual no es extraño si observamos las características de esta pandemia: estamos viviendo un confinamiento obligatorio o voluntario por mucho tiempo, las formas de relacionarnos, comunicarnos y de trabajo han cambiado completamente. Estamos alejados de nuestros seres queridos, familiares mayores, enfermos crónicos y amigos. Hay agotamiento físico y emocional.

Nuestro cuerpo reacciona a nivel emocional, con rabia, dolor o tristeza; cognitivamente con dificultades de memoria, de concentración o de toma de decisiones, autoestima decaída o pensamientos intrusivos; físicamente con insomnio, fatiga, cansancio, dolores de cabeza o de espalda, variaciones bruscas de apetito o deseo sexual; y socialmente vemos un aumento en los conflictos interpersonales, retraimiento social, desconfianza y sobreprotección.

Es importante dedicar algún momento del día para reflexionar y preguntarnos: ¿cómo estoy?, ¿qué estoy sintiendo? ¿qué me está pasando?, ¿cómo estoy reaccionando a lo que estoy viviendo? Eso puede darnos luces y hacernos más fácil el compartir nuestras penas, angustias y dolores.

La invitación es a gestionar nuestros recursos y a hablar de lo que nos está pasando, antes de que nuestras reacciones sean inmanejables.

Beatriz Raimann Tampier, terapeuta y

consejera familiar de Cenfa Puerto Montt