Merino recuerda cómo salir a caminar a través del arte
Un compendio de crónicas sobre el trabajo de artistas contemporáneos reúne "Puentes levadizos", el último libro de Roberto Merino publicado por Ediciones UDP.
En días en que vuelve el sol, Roberto Merino regresa a la crónica urbana con "Puentes levadizos: textos sobre artistas chilenos contemporáneos" (Ediciones Universidad Diego Portales). Allí revisa al menos 30 años del quehacer plástico nacional. Son presentaciones de arte visual donde invita al lector a un paseo por los sueños, las calles y las obras de los artistas chilenos Juan Pablo Langlois Vicuña, Eugenio Dittborn, Gonzalo Díaz, Carlos Altamirano, Natalia Babarovic y Francisca Aninat, entre otros.
Langlois Vicuña es conocido por sus intervenciones con diario y bolsas de basura con las que recrea las dicotomías de la vida en la ciudad. Merino afirma que el autor "aprendió caminando la libertad del arte". Tal como él mismo en sus crónicas urbanas, "Todo Santiago", donde repasa caminatas por Providencia, la comuna donde vive, y por Santiago centro, donde hace clases en la universidad.
"Quienes suscriben la afición de caminar sin negocio -ociosamente- saben que esto es antes que nada una especie de ejercicio espiritual. (El novelista británico Robert Louis) Stevenson anota, en uno de sus breves ensayos, que para caminar de un modo feliz es necesario ir solo. 'Si se va en grupo', argumenta, 'o incluso en pareja, no queda de la caminata sino el nombre; se trata de algo distinto y más cercano al picnic. Una caminata debe hacerse solo, pues su esencia es la libertad; porque uno debe poder detenerse o continuar, seguir este camino o aquel otro, según el capricho del momento; y, sobre todo, porque debemos ir a nuestro propio paso, sin tener que trotar para seguir a un atleta ni pasear lánguidamente junto a una chica'", apunta Merino en "Puentes levadizos".
Langlois Vicuña aparte de artista visual es arquitecto egresado de la Universidad de Valparaíso. Según cita Merino, es el pionero de las instalaciones artísticas en Chile. Suya es la recordada serpiente hecha con bolsas de basura que invadió el Museo Nacional de Bellas Artes.
Se formó "'recorriendo la ciudad, metiéndonos a las casas, anotando huevaditas, haciendo imágenes, algunas relacionadas con la vida urbana, pero otras veces trabajando en cosas libres, abstractas'". (…) Todos los lunes le revisaban los croquis que había hecho en la semana. Se los corregían tratando de calibrar un elemento bastante inefable: 'Lo que de la vida había pescado en los dibujos'. (…) Cuando pudo hacerlo, dice Langlois Vicuña, salió de nuevo a la ciudad a mirar las cosas que la ciudad le mostraba. 'Eran como pequeñas constancias', afirma".
Las mismas que las personas confinadas van descubriendo en el viaje al supermercado, como si el pueblo donde viven les revelara secretos nuevos a través del musgo en las paredes o vidrieras vacías de las tiendas cerradas por meses.
Merino continúa con la obra de Carlos Altamirano, quien exploró la pintura, la fotografía y el videoarte cuando, por ejemplo, "en 1985 trabajaba como dependiente en la sección de electrodomésticos de Almacenes París, en Alameda y San Antonio. Ahí se le permitió hacer algunos videos con los equipos de demostración. (…) Uno de los videos tomados entonces muestra los rostros de los transeúntes que se descubren y se contemplan en los televisores de las vitrinas, conectados a un circuito cerrado. Es un desfile interminable, naturalista, de rostros sorprendidos en su estelaridad de ocasión".
Altamirano ganó dos veces el Premio Altazor.
Encerrados
Merino ubica a Natalia Babarovic, artista visual chilena, en el sentido opuesto del callejeo: en un confinamiento voluntario que -paradójicamente- licencia a los artistas para vagar por el mundo material y mental. Para ella "el trance de salir de la universidad, siempre difícil, fue solucionado parcialmente con la vida de taller: encierro, estudio, contemplación". Al salir de la pieza donde pasaba los días frente a óleos y el caballete, "lo que había en estas obras era arquitectura interior: columnas o ángulos superiores de una habitación, presentados 'en picado' violentando otra vez -de un modo más radical- el punto de vista. En los primeros planos, la figura de una modelo desnuda o bien el recurrente autorretrato, de cuerpo entero".
La antología "Puentes levadizos" señala también que "puede ser la causa de que las pinturas de Natalia Babarovic sean afectuosamente aceptadas por el espectador común" el que se traten de "paisajes aledaños a las carreteras, con matorrales, peladeros y cerros en el fondo, vislumbrados con cierta indiferencia por un observador en tránsito. (…) Son lugares que cualquier individuo ha visto muchas veces en su vida: los ha dejado pasar, confundiendo sus planos sucesivos con el flujo de sus propios pensamientos, o quizás se ha dormido frente a ellos. Como no son pintorescos, no pertenecen a sus fantasías, pero sí a su memoria".
Recuerdos poco luminosos, afirma el escritor y también líder de la banda de rock "Ya se fueron". Esto no dejaría razón para "escribir, ni pintar, ni articular sonidos en un teclado, si no sintiéramos que debemos reajustar nuestra relación emocional con el mundo. Si no hubiera desajuste habitaríamos una especie de paraíso mental oriental, sin formas ni clasificaciones".
Un mundo que ahora, a causa del virus flotando en las calles, obliga a las personas a ocultarse tras mascarillas. O en sus casas, como las pinturas de Francisca Aninat refugiadas en los libros: "Avenida las palomas" y "Los libros de ausencia". Allí Aninat plasma su mundo visual junto a poemas: "Pintores que escriben. Tenemos ejemplos demasiado cercanos: tempranamente Lihn (que terminó siendo un escritor que dibujaba), luego Couve. A su manera, Dittborn. Y Natalia Babarovic, que ha publicado textos luminosos en los que trata de entenderse a sí misma. (… Porque) los grafemas, las letras de una página, los signos que articulan un poema, son totalmente equivalentes a las sombras de las hojas de los árboles proyectadas en una pared interior por la luz de un foco exterior", sostiene Merino, agregando que la artista "parece reaccionar contra la condición de las pinturas colgadas, contra todo lo que en ellas, en tales circunstancias, se asocie a las palabras exposición, exhibición. Nuevamente el secreto merodea por esta fobia: el efecto de los espejos cubiertos", como en la cotidianidad del confinamiento, donde se trabaja en pijama y se apaga la cámara para las videollamadas.
Pintura realizada por Natalia Babarovic donde aparece el cronista Roberto Merino, sentado.
Por Valeria Barahona
NATALIA BABAROVIC