Si bien ha sido el caso de Claudia Agüero el que ha acaparado la atención de la opinión pública desde que desapareciera el 2 de diciembre del año pasado en Puerto Montt, no se trata de la única mujer a la que se le ha perdido todo rastro en la zona. De acuerdo a los registros oficiales, hay al menos otras cinco mujeres que se han extraviado desde el año 2011 a la fecha en diversas comunas de la provincia, sin que existan claridades acerca de su paradero y con causas abiertas por parte del Ministerio Público, que ha asegurado que las investigaciones siguen su marcha, aunque no sin complicaciones dado el tiempo transcurrido y la aparente falta de pistas concretas.

Además de Claudia Agüero, la inquietante lista incluye a Mariela Barra, desaparecida desde 2011 en la capital regional; Fidelia Uribe, perdida desde 2015 en Puerto Montt; Rosalba Arriagada, a quien se le busca desde 2016 tras extraviarse en Cochamó; Blanca Toledo, extraviada en 2017 en la comuna de Fresia; y Nilde Velásquez, de quien nada se sabe desde 2018, en Los Muermos. Por cada una de ellas hay familiares y amigos que han desplegado labores de búsqueda a veces por cuenta propia, debido a la ausencia de resultados de las diligencias que instruye la Fiscalía a ambas policías.

Tal como se ha advertido desde la Seremi de la Mujer y Equidad de Género, es indispensable que frente a estos casos tan dolorosos, se mantenga viva la memoria, un ejercicio que debe pasar por el propio círculo de cercanos, pero por sobre todo entre los órganos llamados a determinar el paradero. Si estas causas, en especial aquellas que datan de más tiempo, se guardan en un cajón, se estará provocando un daño incluso mayor al de los sufridos familiares que desean saber qué es lo que pasó con cada una de ellas.

Los nombres de Mariela Barra, Fidelia Uribe, Rosalba Arriagada, Blanca Toledo, Nilde Velásquez y más recientemente Claudia Agüero, deben permanecer en la memoria de la sociedad y en los trabajos pendientes del Ministerio Público, Carabineros y la PDI para establecer su paradero.

Una de las principales amenazas de la humanidad o del humanismo son los algoritmos. Nos dominan ya, más, mucho más, de lo que creemos, de lo que pensamos, o de lo que sabemos.

Los macrodatos permean todo, lo que dices, lo que escribes, lo que haces, lo que comes, tus viajes, tus gustos, tus lecturas, lo que ves, quiénes son tus amigos, por cierto, tus orígenes, tu desarrollo, tu crecimiento, dónde vives, con quiénes vives, cuál es tu ruta diaria, el vehículo que tienes, si echaste combustible a tu vehículo, cómo cancelaste, la trazabilidad del producto que adquiriste por vía electrónica, qué estudias, lo que lees, cuál fue la última película que viste, y… ya casi saben cuál es la que vas a ver a continuación,… Netflix, Facebook, Google, Amazon, YouTube, Twitter, y quizás cuántos más lo saben.

Saben mucho de nosotros, saben más que lo que nosotros querríamos evidenciar de modo natural, espontáneo o libremente.

Si dices sí, esa sencilla afirmación, corre por venas y vericuetos que ni siquiera imaginamos; si dices no, es la misma cuestión, igual sucede con tu silencio. No sólo se entera un eventual receptor, lector cuya identidad sí conocemos, es Marcelo o Marcela. Ahora se da el caso que no sólo Marcelo o Marcela conoce la respuesta, son muchos, muchos más quienes saben.

Ojo, no es delirio, no es asomo de persecución, es la realidad, la de poco más de 30 años, asumo. La tecnología, los aparatos electrónicos facilitan nuestras comunicaciones, prestan mucha ayuda en los estudios, proporcionan información al instante, ayudan de manera increíble en muchos procesos, proveen entretención a todos, ya no importa donde estés. Si buscas un dato, los apoyos tecnológicos intencionan o proyectan acertadamente esa búsqueda.

La tecnología ha alcanzado tal desarrollo que se ha apartado de la persona. Los algoritmos sí pueden ayudar, sí pueden ayudarnos, pero no pueden, no deben asumir nuestra identidad, tampoco consumir nuestra personalidad. El desarrollo de la inteligencia no debe atrapar la conciencia.

Es bueno advertir lo que sucede, es bueno darnos cuenta, y actuar en consecuencia. Es mejor que sea sólo predominio, no dominio.

Raúl Caamaño Matamala, académico

de la Universidad Católica de Temuco