Legitimidad de las instituciones
Los sucesivos escándalos de irregularidades han ido minando la confianza en las instituciones del país. Recuperar la confianza en las instituciones requiere de un trabajo sostenido que muestre las voluntades de cambio.
El desplome de la confianza en las instituciones que reflejan distintas encuestas que se han realizado en los últimos años, habla de una tendencia y de una crítica social sistémica, que no sólo está vinculada a los partidos políticos -que generalmente es donde se concentra la caída de la imagen-, sino que en el conjunto de instituciones, por distintos factores.
Los casos más notorios y mediáticos fueron las colusiones de precios de los pollos, los papeles higiénicos y de los medicamentos, cuyas repercusiones siguen conociéndose, ya que hace unos días se ha anunciado que dos cadenas pagarán compensaciones a algunos de sus clientes. También los escándalos financieros en Carabineros, donde aparecieron involucrados alrededor de un centenar de funcionarios y civiles, y prosiguen las indagaciones por presuntos delitos económicos de un ex comandante en jefe del Ejército.
Se revelaron también hace unos años las denuncias contra sacerdotes de la Iglesia Católica por abusos sexuales y por el mal manejo de investigaciones realizadas por la jerarquía eclesiástica, o el uso fraudulento de beneficios para exonerados políticos, mediante certificados entregados por parlamentarios, falseando esa condición. O el mal uso que algunos parlamentarios han hecho de sus cargos, o los pagos indebidos que recibieron en campañas electorales. La lista de casos podría ser muy larga.
Tras el plebiscito del 25 de octubre, el desafío es resolver temas pendientes que generan malestar ciudadano y que en el último tiempo se han traducido en protestas callejeras. Las instituciones en general deben estar atentas con el fin de proyectar una imagen positiva a la ciudadanía, que se encuentra especialmente sensible a diversos temas que explican su creciente malestar, porque existe la percepción de que los sucesivos escándalos no han terminado necesariamente con sanciones ejemplares.
Para construir el futuro debe tenerse muy presente que la legitimidad es clave. La autoridad está vestida de honorabilidad, pero no basta decirlo, sino que debe ser real. Cuando eso no sucede, la legitimidad retrocede, el terreno cambia y pasa a ser material fecundo para los populismos, el deterioro del debate y de la democracia.