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complica más. Necesitamos una real política pública de salud mental que aporte y apoye a las personas para que puedan disponer de una mayor cobertura en sus tratamientos".
Desde la Seremí de Salud, Ximena Oettinger, encargada del programa de Salud Mental de esta cartera, detalla que se trata de una iniciativa que nace de la red universitaria del territorio y que cumple un rol fundamental en la protección de la salud mental en contexto universitario y, en especial, en consideración a la emergencia sanitaria por el covid-19.
Junto con ello explica que su cartera aporta con el desarrollo de los lineamientos técnicos nacionales para el abordaje de la protección de salud mental en pandemia, lo que considera, entre las prioridades, el vínculo de la comunidad con instancias de participación y de reflexión conjuntas, así como transferencias de conocimientos y habilidades para fortalecer la ayuda en esta área y el levantamiento, en conjunto de campañas educativas, en tres temáticas fundamentales: prevención del suicidio, reducción de estigma y consumo de sustancias intradomiciliario.
Identifican problemas
En las distintas casas de educación superiores asumen que la salud mental es un tema relevante que tiene que ser abordado, ya que si ello no ocurre podría generar serias complicaciones en un futuro próximo.
Fernando Monrás, vicerrector de Inacap, sede Puerto Montt, tiene claridad al respecto y por eso expresa que "sin duda la pandemia ha traído a todos nosotros, como personas y como parte de una institución, importantes aprendizajes y la rápida capacidad de adaptarse a los cambios. El bienestar y la salud mental es un tema importante, no sólo para nuestra comunidad estudiantil, sino que también para los docentes y colaboradores".
Monrás detalla que a nivel institucional se implementó el Programa de Bienestar y Promoción de la Salud Mental, que comprendió distintas charlas en forma telemática y donde se abordaron temas como la prevención de estrés, crisis u oportunidad, manejo de emociones, mente, emoción y acción.
Junto con ello, expone que en el ámbito específico de la sede de Puerto Montt, se generaron instancias de conversación junto al Injuv, en el marco del Programa "Hablemos de todo". Añade que a través de la Dirección de Asuntos Estudiantiles, "siempre estamos pendiente a las inquietudes o necesidades que puedan manifestar nuestros estudiantes".
Una visión similar exponen en la Universidad San Sebastián, sede de La Patagonia, en Puerto Montt.
Dania Cabrera es la representante de la USS en la Mesa de Salud Mental Regional y quien explica que la experiencia de transición de la actividad académica presencial a la virtual se inició en el segundo semestre de 2019 con ocasión del estallido social, dado que la concurrencia a las aulas se volvió riesgosa para los estudiantes y, por lo mismo, las clases virtuales se transformaron en la única alternativa viable para poder continuar con los compromisos académicos.
Para ello, cuenta, la universidad aumentó la capacitación a todos sus docentes en las destrezas y conocimientos tecnológicos necesarios, permitiéndoles estar preparados para la virtualidad.
Sin embargo, recuerda que en un inicio los estudiantes se mostraron escépticos con respecto al alcance de los resultados de aprendizaje mediante la modalidad virtual, enfatizando que las clases virtuales "no son lo mismo que las clases en presencialidad, opinión que muchos fueron cambiando a lo largo del semestre".
El inicio no fue fácil, admite, principalmente porque las condiciones domésticas y personales de cada cual no contaban, necesariamente, con lo requerido para la actividad académica virtual.
Es así, sostiene, como se hicieron presentes algunos problemas, como servicios de internet inestables o inexistentes, dispositivos electrónicos inadecuados o insuficientes (considerando que más de un miembro de la familia debía estudiar o trabajar a distancia) y espacios físicos compartidos.
Por ello la universidad, comenta, proveyó a los estudiantes de Becas de Conexión, consistentes principalmente de chips de conexión y, en casos necesarios, también de computadores a modo de préstamo; pero los ajustes necesarios en los propios espacios quedaba en manos de los estudiantes.
Cabrera recuerda que el proceso de adaptación fue paulatino y se presentaron dificultades para concentrarse en clases dado el acceso libre a distractores (celular y juegos) en un espacio de escaso control externo, desafiándose su capacidad para autorregularse.
Por otro lado, al solaparse el contexto doméstico con el académico, también hubo dificultades para contar con un espacio físico adecuado y exclusivo o con la suficiente privacidad, muchas veces debiendo compartir el wifi o interfiriéndose con otros miembros de la familia en teletrabajo o estudio a distancia. "Las dificultades para gestionar su tiempo sin la ayuda de variables externas (como puede ser el mero hecho de salir de la casa y entrar a un espacio académico), generaron importante estrés en los estudiantes", señala.
Sumado a lo anterior, detalla, estuvo presente la preocupación por enfermarse o por contagiar a otros, así como la "angustia por la pérdida de fuentes de remuneración (o miedo a la pérdida) propia o de sus sustentadores, lo que conllevó a síntomas de ansiedad, como alteraciones del sueño y de los hábitos en general, además del agotamiento por la interacción prolongada con pantallas". También, comenta, hubo estudiantes que se manifestaron beneficiados con el sistema estudio online, "ya que no debían invertir tiempo, dinero ni esfuerzo en trasladarse a las dependencias de la universidad, pudiendo permanecer