La palabrita "expectativas", en el actual contexto, puede conducir a alarma pública. Aunque no debiera ser así, dadas las altas tasas de ellas que se mueven en todo el espacio -espectro- sensorial, al interior de nuestras fronteras. En realidad, si algo tenemos en abundancia los chilenos, históricamente, son expectativas y litio. Tampoco hay que olvidar que antes del mes de octubre de 2019, estadísticas y estudios internacionales indicaban que éramos uno de los países más felices del mundo, cuestión que nos provocó una depresión mayúscula, sumada a la propiedad privada del litio.
Pero si alguien se refiere a expectativas, la pantalla tiembla, porque las discusiones son vía Zoom. Gente con ninguna expectativa, advierte que somos conejillos de un experimento de vigilancia mundial, en donde se mezclan virtuosamente política y pandemia.
Algunos de estos especímenes, que ya no le importan ni al gato de la casa, creen que el gobierno chino pretende seguirles los pasos, a través de un chip.
Son los mismos que señalan que el planeta, post vacuna, se llenará de gente alterada en su ADN, que mutará a engendros tipo Godzilla. Respecto a esto último, hay que aclarar que la multiplicación de godzillas es un proceso que suma ya varias décadas.
Decidido a abstraerme de esos temas, sólo quiero dejar constancia de la escasez de adultos mayores de 110 años en el proceso de vacunación covid, atendiendo a que los servicios financieros de nuestro Chile calculan que ésa es nuestra expectativa de vida. Sospecho que a quienes cumplieron esa edad, les están preparando una fiesta sorpresa, tipo "jubilazo", que implica subirles la pensión unos 10 mil pesos, de forma tal que el cálculo se eleve a los 120 años.
Eso confirmaría que las expectativas de la "industria "previsional" son altas, en tanto son muy bajas las que tienen los "beneficiarios" de dicha industria, que estiman fue un pésimo negocio el haber privatizado el litio. Somos cada día más bipolares.
Jorge Loncón, escritor