Negacionismo
Hay dos subgrupos: los que sospechan de un supuesto plan mundial responsable de la pandemia, y los que dudan de la vacuna. Ambos, riesgosos. Es en extremo riesgosa la actitud de quienes dudan del covid-19 y del programa de vacunación contra el virus.
pandémico
Es preocupante que aun a pesar de la voluminosa evidencia de la enorme crisis sanitaria por la que está transitando el planeta desde hace más de un año, con una aguda tensión en las redes asistenciales de cada país y un notorio aumento en las tasas de mortalidad, haya todavía quienes persistan en desoír los llamados a la prevención de parte de autoridades y expertos, poniendo en riesgo no sólo su salud, sino también la de sus seres más cercanos. Si bien su presencia comenzó a aparecer tibiamente hace algunos meses en el Hemisferio Norte, ya se ha dejado sentir en el país, con actitudes que van en abierto sentido contrario a lo que se requiere para superar colectivamente la pandemia.
En este segmento de los "incrédulos", por así llamarlos, se pueden distinguir dos subgrupos. Están aquellos que desconfían de la realidad del coronavirus, tejiendo relatos fantasiosos acerca de un plan global para someter a la gente a un prolongado aislamiento, y para quienes, por lo tanto, no reviste peligro alguno salir a la calle sin mascarilla; y están los que ahora último dudan en torno a la seguridad de las vacunas que ya se están aplicando en el país, sospechando de la rapidez con la que los laboratorios dieron con la fórmula e incluso de las intenciones de la inoculación.
Por cierto, ninguno de estos grupos es capaz de blandir argumentos serios y basados en evidencia científica. Basta que lo lean en las redes sociales (aquí el funcionamiento del algoritmo se está convirtiendo en un franco riesgo para la lucha contra la pandemia), para que adopten decisiones temerarias que, al final, pueden irse en contra de sí mismos y de sus familias.
En una sociedad como la occidental, que tiene como uno de sus pilares a la libertad de expresión, es complejo restringir la circulación estos discursos negacionistas. La mejor contrastación para aquellos es precisamente recurrir a los datos de la pandemia, que hablan de millones de contagiados, una lista extensa de fallecidos y hospitales funcionando al límite. Y la responsabilidad argumentativa no le compete únicamente a las autoridades y los expertos, es también de cada ciudadano que sabe lo que se está jugando con la salud pública.