Trabajo infantil en el país
Desde todo punto de vista es inaceptable que los menores ingresen al mercado laboral, fenómeno que probablemente se ha acentuado durante la pandemia. De acuerdo a los estudios que se han hecho, es entre los 13 y los 15 años de edad que los menores terminan incorporándose al mercado laboral.
Según estudios hechos antes de la pandemia, 168 millones de niños en todo el mundo y 12,5 millones en Latinoamérica abandonaron su infancia y sus estudios para entrar al mercado laboral. Se estima que en Chile hay más de 200 mil menores que trabajan, muchos de manera informal. Desde el segundo semestre de 2019 se comenzó a aplicar en Chile el Índice de Vulnerabilidad al Trabajo Infantil, herramienta estadística creada por la OIT (Organización Internacional del Trabajo) y la Cepal, que vino a confirmar lo arraigado que está este fenómeno en todo el país y que se replica en la región.
Vivir la infancia es el derecho prioritario de los niños. Sin embargo, para una parte de la población infantil, esos derechos se ven coartados cuando tienen que ingresar a temprana edad al mercado laboral. De ahí que en 2002 la OIT declaró el 12 de junio como el Día Mundial Contra el Trabajo Infantil, con el fin de que la sociedad reflexione acerca de este tema y adopte las medidas necesarias para proteger a la infancia.
La mayoría de ellos ingresó al mundo laboral entre los 13 y los 15 años, pero detrás de esas cifras hay un problema oculto, que es el que genera las situaciones más dramáticas, porque en casos extremos se encuentran la explotación y el comercio sexual.
El trabajo infantil es un fenómeno complejo cuya responsabilidad no sólo recae en las familias, sino que también revela que el sistema social, político, económico y cultural ha contribuido a generar los contextos de precariedad y riesgo para un porcentaje importante de la población. En Chile, los organismos oficiales aceptan el empleo infantil entre los 15 y 18 años cuando son autorizados ante notario por sus padres. Pero hay que considerar que en ocasiones son los propios padres los que incentivan a los menores a concurrir a ayudarles en faenas pesadas o no aptas para niños.
La pregunta es por qué los niños no van a clases y prefieren salir a trabajar, lo que podría haberse acentuado en este período de pandemia. Muchas veces es por un padre ausente, una madre enferma, la falta de recursos y otros elementos. Pero no hay condiciones aceptables para que un menor haga trabajos permanentes y excluyentes, incluso sólo apropiados para adultos.