Auna persona con temor al conflicto le resulta muy difícil cuestionar o contrariar a los demás, y acaba por callar o ceder. Adopta una actitud pasiva, va conteniendo rabias y frustraciones que terminan afectando su salud física, mental y emocional. Según Carl Rogers, no hay relación sin conflicto. Es algo implícito en toda relación humana.
La familia, primera escuela de relaciones afectivas, no escapa a esta premisa. Es natural que en ese espacio, compuesto por personas absolutamente únicas, surjan diferencias de temperamento, opinión, visión, entre otras, que alteran una armonía que cuesta esfuerzo sostener. Enfocarse en mantener la paz o vivir callando constituye un potente consumo energético que trae consecuencias, como la desconexión de sí mismo, baja autoestima, ansiedad y la intuición de que no pueden ni deben seguir así.
Sin embargo, es en este mismo espacio donde tenemos la posibilidad de aprender y desarrollar la asertividad, debatiendo sobre cualquier tema, respetándonos y respetando al resto, generando así nuevas formas de comunicación para enfrentar los conflictos cotidianos.
También es importante considerar que existen otros espacios que posibilitan el aprendizaje de nuevas formar de interactuar. Esto representa una tremenda oportunidad para aprender a abordar los conflictos, buscando el diálogo y la discusión como algo provechoso y positivo.
¿Qué nos podría ayudar para resolver un conflicto? Elegir el momento y lugar adecuado; decir claramente que existe un tema que se quiere abordar; empezar con algo positivo; ser concreto; esforzarse por dar alternativas de solución; tener en cuenta los ritmos ajenos y dar tiempos para la reflexión.
Discutir, estar en desacuerdo o confrontar una idea, es una oportunidad para explorar otras miradas sobre un asunto que nos está afectando y puede ser fuente de riqueza en los afectos. Aprendamos a decir que no de forma equilibrada, sin sentirnos mal o culpables por negarnos u oponernos a una solicitud o exigencia externa, si ésta no nos hace sentido. Nuestra opinión es tan válida como la de los demás, y practicarlo es una responsabilidad personal.
Josette Codjambasiss, consejera
familiar y de pareja de Cenfa Puerto Montt