Jóvenes y consumo de drogas
Desde el año 2011 se viene advirtiendo un mayor consumo de marihuana entre la población juvenil del país. Uno de los factores que ha incidido en un mayor consumo de drogas entre los jóvenes es el temerario discurso que normaliza su uso.
El consumo de drogas y de alcohol sigue siendo uno de los problemas que causan preocupación en el país, de acuerdo con los datos que se desprenden del Décimocuarto Estudio Nacional de Drogas de 2020. Una de las conclusiones del informe es que el uso de tranquilizantes sin receta médica experimentó un aumento de 1,4% en 2018 al 2,0% en 2020, presentando una mayor prevalencia en hombres que en mujeres. Esto último ya había sido advertido en otro estudio elaborado por el Observatorio Nacional de Drogas del Senda, publicado en junio de este año, que daba cuenta de cómo incidió la pandemia de covid-19 en el consumo de estos medicamentos.
Es evidente que los jóvenes hoy están más expuestos a la oferta de drogas y alcohol, ya que la distribución se ha ramificado por todas partes y se encuentra en las cercanías de los centros de estudio, en los lugares donde van a divertirse o en los barrios donde viven. Es preocupante el incremento del consumo de marihuana que se aprecia desde 2011. La Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y Adolescencia de Chile ha advertido que la disminución de la percepción de riesgo, el alza en la potencia de la marihuana y los intentos de legalizarla han demostrado ser alicientes para el consumo de esta droga.
El Gobierno puso en práctica, previo a la pandemia, el programa "Elige vivir sin drogas", con el fin de prevenir el consumo de estas sustancias entre los escolares, con un plan inspirado en un exitoso modelo de prevención desarrollado en Islandia, que recoge el aporte de las sociedades médicas y científicas e incorpora la experiencia de la sociedad civil, de los municipios y del Estado.
Lamentablemente, la situación epidemiológica interrumpió en parte ese programa, que se basa en las familias, a las que se les entregan instrumentos eficaces para cuidar y proteger a los niños; las escuelas, con programas preventivos que involucran a alumnos, padres y profesores; y una mejor oferta pública de actividades, para que los niños y adolescentes tengan más y mejores oportunidades deportivas, culturales, recreativas y comunitarias a las cuales dedicar su tiempo libre.