La pandemia ya no representa el mayor riesgo para la economía chilena, que en las últimas tres décadas ha sido la más estable de la región. El problema actual está en una posible salida desordenada de la situación que estamos viviendo, por el gran impacto de los consecutivos retiros de los fondos de pensiones sobre las finanzas públicas y privadas, y por ende sobre la economía y la sociedad como un todo. Esto ha significado que el Banco Central haya tomado en los últimos meses medidas inéditas para atajar la inflación, que podría empinarse hasta un 7% en el corto plazo, algo nunca visto por varias generaciones de compatriotas. Así, unos días atrás el instituto emisor determinó dejar la Tasa de Política Monetaria en 4% anual, lo que impactará fuertemente los créditos de consumo, comerciales e hipotecarios.
Lo más lamentable es que una parte sustancial de los problemas son autoinflingidos, y ahora Chile se está pareciendo a países emergentes de alta volatilidad. Nuestros parlamentarios, al autorizar los tres retiros de los fondos de pensiones, quisieron darle una ayuda a las familias más necesitadas en el marco de la crisis sanitaria. Pero como corolario, los retiros han elevado a niveles insólitos el consumo privado, que creció de manera dramática este año y podría seguir creciendo, ya que todavía hay disponibles y listos para gastarse unos 20.000 millones de dólares de exceso de fondos en cuentas corrientes, cuentas vistas y efectivo. Pero cuando se acabe este dinero en unos meses más, y con una inflación galopante, el frenazo económico se va a traducir en menos gasto privado, menos recaudación de impuestos y una estrechez fiscal que va a repercutir fuertemente en el crecimiento de la economía, la que incluso podría acercarse a una recesión hacia fines de 2022. Malas noticias para el nuevo Gobierno que asume el 11 de marzo de 2022, y para su programa de reformas sociales, económicas y políticas (muy necesarias por lo demás). Hay grandes expectativas puestas en dicho Gobierno, que deberá transitar por un sendero colmado de presiones de toda índole, y una realidad fiscal preocupante
Por el lado positivo de la ecuación, se puede mencionar que Chile ha tenido la capacidad de superar la recesión que implicó la crisis del covid-19, con un crecimiento del PIB para este 2021 que llegaría hasta un 11,5%, según las proyecciones del Banco Central. Sin embargo, el Gobierno tuvo que ceder a las presiones de todo el espectro político y ampliar las ayudas estatales, como el IFE Universal que extendió hasta fines de 2021. La ampliación del ya elevado impulso fiscal, las tendencias al alza del consumo privado y la enorme liquidez disponible para los hogares han sido señales inequívocas de mayores presiones sobre los precios. La inflación es una suerte de impuesto regresivo que siempre afecta más a quienes tienen menos.
La actividad económica viene con sus motores encendidos al máximo, y si la política fiscal continúa siendo expansiva a partir de marzo del próximo año, El Banco Central tendrá que intervenir para reducir la intensidad de la aceleración. Tengo la esperanza de que vaya a primar la sensatez.