La antártica: viaje al fin del mundo para entender el planeta futuro
ISLA REY JORGE. Los procesos en el continente antártico, el termómetro de la Tierra, influyen en "la temperatura del mar del Norte en Europa, el florecimiento de los cerezos en Japón o los aluviones en el norte de Chile". Aquí la investigación científica es clave.
Efe
Conocida en el imaginario colectivo como "el fin del mundo", la Antártica es hoy el termómetro de la Tierra: un vasto territorio helado en el que los científicos investigan los efectos que produce el cambio climático y que tendrán consecuencias por todo el planeta.
A pesar de su lejanía, que obliga a los visitantes de la Isla Rey Jorge, la más cercana al Chile continental, a viajar dos horas en avión desde Punta Arenas y a celebrar la Navidad en verano bajo un cielo casi perpetuamente iluminado, la influencia del "continente blanco" abarca fenómenos naturales en otras parte del globo que ni siquiera alcanzamos a imaginar.
"La temperatura del mar del Norte en Europa, el florecimiento de los cerezos en Japón o los aluviones en el norte de Chile" están marcados por procesos antárticos, explica a Efe el director del Instituto Antártico Chileno (Inach), Marcelo Leppe.
La Antártica, detalló, "tiene un poderoso rol regulador del clima del planeta, no solo por el albedo -la capacidad de reflejar la radiación solar-, sino también porque la corriente marina que la circunda produce una serie de interacciones en los mares de todo el mundo, lo que a su vez produce una relación océano-atmósfera muy interesante que condiciona parte importante del clima global", detalla Leppe.
Entrada al fin del mundo
Para entender estos procesos, miles de investigadores visitan cada año sus heladas aguas y nevadas laderas negras, salpicadas del color rojizo de la piedra volcánica y el tenue verde de los líquenes, con proyectos que analizan desde la radiación y los niveles de nutrientes de las aguas hasta la manera en que la vida se abre paso en un contexto tan extremo.
La Isla Rey Jorge es la más grande del archipiélago Shetland del Sur y el punto más cercano al continente americano. Allí se encuentran dos bases chilenas: una militar, la base Presidente Eduardo Frei Montalva, y una administrada por el Inach, la Profesor Julio Escudero, uno de los principales puntos de investigación del país, donde conviven científicos, operarios logísticos, personal técnico y estudiantes de diversas áreas.
Uno de ellos es el oceanógrafo español Juan Höfer, profesor en la escuela de Ciencias del Mar de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, quien busca en las aguas costeras antárticas plancton, pequeños organismos capaces de florecer en las heladas aguas del verano gracias a la luz del sol.
"Las microalgas que forman parte del plancton son lo que llamamos fitoplancton, que capturan grandes cantidades de CO2 provenientes tanto de la atmósfera como del océano y ayudan a reducir la cantidad de CO2 en el aire, que es una de las causas del calentamiento global", indica Höfer.
El biólogo ha podido observar el impacto del derretimiento de los glaciares por culpa del cambio climático, un cambio sustancial en nuestra realidad planetaria, ya que son los encargados de "devolver a la atmósfera el 90% de la radiación que nos llega a la Tierra", lo que evita que nos calentemos tan rápidamente.
"A medida que los glaciares retroceden, la Tierra o el mar que se expone capta mucha más energía y eso hace que se calienten más. Además, al derretirse, el agua dulce entra al océano y cambia su dinámica. Por eso es importante entender cómo estas microalgas nos ayudan o no a frenar el cambio climático", concluye.
Léa Cabrol, investigadora francesa que estudia la distribución de las bacterias por los océanos australes, explica que estas "son microrganismos que producen y consumen metano y el metano es uno de los gases de efecto invernadero más potentes. Las estudiamos aquí porque los polos son las zonas donde se dan mas cambios de temperatura y, por lo tanto, son las primeras zonas que van a responder a los efectos del cambio global".
Francisco Santa Cruz, el jefe de la base Escudero e investigador de Inach, valora esta oportunidad que tiene la ciencia de obtener información "única", porque está recolectada en "el corazón del mundo" y "sensor del cambio climático".
Oasis de paz y ciencia
Existen 42 bases permanentes en el territorio antártico, pertenecientes a 21 países, todas reguladas por tratados internacionales que han creado un oasis nunca visto, en el que reina el respeto por la biodiversidad y la cooperación entre potencias mundiales, lo que lo convierte, a ojos de Leppe, en el "triunfo diplomático más grande de la historia", ya que ha sido el único con capacidad para "dedicar por completo un continente para los conceptos más altruistas: la paz y la ciencia".
De cara a enfrentar la emergencia climática mundial, organismos como la ONU han intentando sentar bases para acuerdos a través de cumbres como la COP, para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero o eliminar el uso de prácticas contaminantes que nos tienen viviendo una nueva era climática en la que el promedio mundial de CO2 supera las 400 partes por millón, una realidad nunca antes vista, ya que solo existen datos similares en épocas anteriores a la existencia de los seres humanos.
Aunque estos acuerdos encuentran sus límites naturales en las fronteras de los Estados, el director del Inach cree que se debe "otorgar un rol central a la Antártica", ya que se hace necesaria "la comprensión de lo que ocurre en ese territorio" y "cuáles pueden ser sus influencias tanto en Chile como en el continente sudamericano y al revés".