No nos defrauden
El sur de Chile está hermoso como siempre. El sol brilla durante el día y las tardes nos traen la frescura y el aroma de la naturaleza que a esas horas se despliega con generosidad. A veces nos sorprende con lluvias como las de la semana pasada, que nos refrescan y nos hacen evocar al trópico. Para los puertomontinos este fin de semana, además de la celebración de nuestro 169 aniversario, nos trae la novedad del debut de nuestro equipo en el campeonato de la Primera División B del fútbol profesional y la ilusión de verlo, dentro de poco, compitiendo con los grandes de la Primera A. El país entero no es ajeno a esta bonanza estival y por momentos nos deja la impresión de que se estira perezoso aprovechando estos días cálidos y esas noches frescas. La inminencia de un nuevo gobierno, aún con las razonables dudas y temores motivados por los problemas que todos sabemos habrá de enfrentar, no deja de alentar, con gran optimismo en algunos, con reservas en otros, una sana esperanza de que el futuro puede ser mejor que los días y meses de crisis que vivimos en el pasado reciente.
Este mejor momento que por fin parece estar viviendo nuestro país se ve empañado, sin embargo, por una nota de incertidumbre: no son buenas ni alentadoras las noticias que nos llegan desde la Convención Constituyente. Durante los últimos días hemos podido conocer un verdadero alud de proposiciones de normas postuladas por convencionales, que en algunos casos son absurdas, en otros ridículas y en muchos más simplemente tontas. También hemos conocido resoluciones de comisiones que resultan igualmente alarmantes por los riesgos directos que involucran sobre la economía nacional, la integridad territorial del país y aún sobre su democracia. Desde la propia Convención, voces de constituyentes más sensatos nos advierten que se trata sólo de acuerdos de comisiones, que nos señalan que esas decisiones no pasan de ser "gustitos" que se dan pequeñas minorías circunstanciales y que tales acuerdos deben ser aprobados por dos tercios del plenario, momento en que habrá de imponerse la cordura. Sin embargo, tenemos derecho de dudar y, por ello, de preocuparnos, porque no hace mucho, políticos y líderes de opinión que hasta ese momento habían actuado con sensatez, se rindieron ante los gritos a veces delirantes de la calle o se vieron atemorizados por las funas o por posibles acusaciones de "amarillismo". Y terminaron por plegarse a decisiones tan poco sensatas como retiros de fondos del sistema de AFP que no tenían otra motivación que la destrucción de ese sistema sin nada que lo sustituyera, a acusaciones constitucionales que sólo contribuían a agudizar la crisis o a la idea de indultar a personas que aún no han sido penalizadas por los delitos de los que se les acusa.
A pesar de esas dudas y preocupación, todavía queremos confiar en la Convención Constituyente. Son un grupo de chilenas y chilenos elegidos por todos nosotros en un ejercicio de inclusión inédito que permitió que hoy día, en esa Convención, estén representados no sólo pueblos originarios en su calidad de tales y no por ser los ciudadanos chilenos que también son, sino además grupos de personas que pudieron organizarse para la ocasión y elegir representantes en virtud de las licencias extraordinarias que los organismos del Estado chileno les concedieron para ello. En todos esos actos, junto con imponerles una gran responsabilidad les entregamos nuestra confianza. La misma que todavía queremos mantener. No deshonren esa responsabilidad ni nos hagan perder esa confianza. Elaboren una Constitución en la que todos los chilenos y chilenas nos sintamos representados. No nos arrebaten el derecho de disfrutar de la belleza que nos rodea ni de la paz que parece, por fin, comenzar a vivir nuestro país. No nos defrauden.