"El sistema de vida citadino no era amable para que la gente pudiera estar en los interiores. Acá en Chiloé me recordó los inviernos pretelevisivos"
En marzo, los estudiantes entran a sus establecimientos educacionales. Cada uno de los alumnos de la Universidad Católica del Maule recibió en su bienvenida "La voz de la casa", de Rosabetty Muñoz, una de las poetas más importantes de Chile. Ganadora del reciente Premio Municipal de Santiago por "Técnicas para cegar a los peces" (Universidad de Valparaíso), fue también una de las favoritas para ganar el Premio Nacional de Literatura en la versión pasada.
Para el resto de los mortales, queda conseguir este libro editado por la editorial de la misma universidad, que retoma y amplía lo mostrado en "Ejercicios para vivir el confinamiento", obra que circuló gratuitamente como archivo digital durante la pandemia. Para hablar de esa escritura, la poeta abre la puerta de su casa. "Empecé a anotar todo en mayo del 2020. Me escribieron de la revista Palabra Pública, porque iban a hacer un número especial con el tema de la pandemia. Ya que querían saber un estado de las cosas acá, en Chiloé, escribí", nos cuenta en la calidez del hogar, que contrasta con la bruma chilota que nubla la hermosa vista a Pudeto.
-¿Qué le pasó a usted con la pandemia?
-La verdad que a mí me gustó lo que pasó al principio. Descartemos que las familias lo estaban pasando pésimo, que se empezaron a encerrar en espacios invivibles, porque eso ya venía antes, no es culpa de la pandemia. El sistema de vida citadino no era amable para que la gente pudiera estar en los interiores. Acá en Chiloé me recordó los inviernos pretelevisivos. Tuve una visión que iba a ser un frenazo, que nos íbamos a dar cuenta de lo importante que eran los demás. Se me ocurrió que traía un mensaje sideral, por eso es bien optimista el libro, a pesar de sus zonas oscuras. No tengo esa idea paradisíaca de Chiloé ni de nada.
-¿Cómo eran esos inviernos antiguos?
-Vivíamos en las casas con harta gente. Pasaban cosas, llegaban los vecinos a tomar chicha caliente y a contar historias. Empezó una recuperación de memoria, no desvinculado de lo que estaba sucediendo. Mis nietos, que son unas cosas chicas de 5 ó 6 años, por ejemplo, durante la pandemia su mamá les enseñó a hacer pan, a hacer su cama, a guardar su ropa. Y me puse a recolectar las imágenes. Hay una reserva de sentido, en capas de interiores.
-Ahora que ha vuelto a salir, ¿qué ha visto?
-Se va volviendo cada vez más cruel la vida, se achica el espacio. Aquí se construyen unas casas de subsidio que no permiten tener la estufa en el centro de la casa, que era como el calor, era muy simbólico también. En Chiloé hay mucha vida alrededor del fuego.
-Este libro tuvo una versión anterior, familiar y artesanal, antes de la liberada en Internet.
-Una diseñadora con la que trabajamos harto juntas, utilizó unos dibujos de mis nietos. Hicimos 40 ejemplares para regalarlos, a mi mamá, a mis hermanos, a mis amigos más queridos. Estaba hecho con un papel muy bonito, era un librito casi medicinal para la pandemia, porque eran "Ejercicios para vivir el confinamiento". Tras ello, estuvo de libre descarga durante el año de la peste, cuando aún creíamos que sería un año.
-¿Como lo hiciste con los dibujos de los niños?
-Se los pedí a sus padres. A todos los niños les gusta dibujar, les pones una hoja blanca y muchos colores... Tengo no sé cuántos retratos de Richard Parker, el gato de mi hijo menor: todos los niños lo adoran. Hay retratos, casas transparentes en las que se ve todo adentro. Uno de mis nietos dibujó una cosa flaca pero con los brazos estirados, que es como cada niño debería sentirse, abierto, afectivo.
-¿Y cómo lo hiciste para verlos en persona durante la pandemia?
-Empecé a escribir cartas a mi nieta querida, Julieta. Su madre se las leía. Ellas viven en Puerto Montt, ahora la pequeña tiene 5 años, antes tenía 3 y esperaba al cartero.
Los abrazos
-En esta nueva edición también hay ensayos que muestran la distancia con sus estudiantes, ¿Pudiste volver a abrazarlos?
-Sí, hicimos grupos más pequeños. Los 'cabros' no se veían desde hace tiempo. Los jóvenes estaban súper necesitados, algunos tienen una vida bien tremenda, necesitaban encontrarse y no paraban de conversar. Para el "Taller Mistral" reanudamos los encuentros, así que han venido escritores. El año 21 vinieron tres: Alia Trabucco, Alejandra del Río y Carlos Trujillo, que es de acá.
-También viaja hacia Quenac, uno de los lugares más remotos del archipiélago. ¿Qué le dice ese lugar?
-Estamos haciendo un taller con adultos, un álbum familiar. Se trata de contar lo que significa estar viviendo en la isla. Llevamos varios meses de trabajo. Es terrible pensar en todo lo que les pasó, todo lo que sueñan, cuando piensan en el placer, la alegría, está todo en el pasado, eso me parece demoledor. Es una verdadera anticipación que la vida chilota tiene sus días contados. Eso de la vida comunitaria, de pensar el mundo por otros, esta sí que es una lápida, que no puedan enfrentar el presente con proyección. Todo lo que hacen están mirando para atrás. No sería malo si fuera un insumo para el presente.
-¿En qué parte de esta realidad ve esa lápida?
-Donde antes había un jardín exuberante, ahora hay descuido, está lleno de maleza. Es una sensación de abandono, no ves a nadie en la calle, muchos ancianos que apenas pueden limpiar bien sus casas.
"La vida chilota tiene sus días contados. Eso de la vida comunitaria y de pensar el mundo por otros" Se va volviendo cada vez más cruel la vida, se achica el espacio. Aquí se construyen unas casas de subsidio que no permiten tener la estufa en el centro de la casa"
Fabiola Narvaez