Desenfreno en Pelluco
La autoridad política tiene el deber de enfrentar con vigor el problema de orden público que afecta a los vecinos del sector residencial de Puerto Montt. Hay incluso vecinos que han puesto a la venta sus viviendas por el desborde que se apodera en las noches, con carreras, fiestas y balazos.
Resulta difícil de comprender el nivel al que han llegado las noches de desenfreno en el sector de Pelluco, en Puerto Montt, denunciadas a través de este diario por dirigentes sociales y afligidos vecinos que al borde de la desesperación, acusan de absoluta inacción de parte de las autoridades. El fenómeno no es nuevo, pues ya hace algunos meses, en plena pandemia, se reportaban carrera clandestinas de automóviles, fiestas en plena calle y consumo de alcohol y drogas en el espacio público. En esa época se viralizaron videos y audios que daban cuenta de un increíble desborde a metros de las viviendas y cuando las familias quieren descansar.
En su momento, la denuncia generó los habituales anuncios de patrullajes y sanciones, pero como ocurre tantas veces en Chile, el fenómeno ha vuelto a agudizarse ahora, al punto que a las carreras clandestinas y fiestas se han agregado ahora balazos y amenazas evidentes a vecinos que se han atrevido, en horas de la noche, a rogar por moderación a quienes no ven frontera alguna entre su libertad y la de los otros. Ha alcanzado tal nivel de intensidad esta situación que se ha asegurado que hay familias que han puesto a la venta sus propiedades, aburridas del desenfreno y la nula respuesta de parte del Estado.
Lamentablemente, este pareciera ser el sino de los tiempos. Tal como en otros lugares del país, con dimensiones distintas, claro está, hay quienes creen que pueden hacer lo que se les plazca, a costa de los ciudadanos, y la autoridad parece preferir hacer vista gorda ante la obligación que tiene para garantizar el orden público.
Es francamente inaceptable que la autoridad política no haya atendido ya este problema y, valiéndose de las herramientas que otorga la ley, actúe con energía y al mismo tiempo dé señales claras acerca del costo que habrán de pagar quienes infrinjan la ley. Las carreras clandestinas, fiestas en la calle y balazos en un sector residencial constituyen un problema de orden público que debiese ser atendido con urgencia, apenas emerjan los primeros indicios de reclamos de la población.