Juan Barrientos se supo ganar la confianza en la misión de informar
Alejandro Gutiérrez
En algún rincón del olvido y la soledad, quedó la antigua máquina de escribir Underwood, que acompañó tantos años al fallecido periodista porteño Juan Barrientos Oyarzún, quien la hacía crepitar y crujir, -a gran rapidez-, cuando redactaba sus múltiples informaciones, envuelto en el humo de un incesante aspirar de cigarrillos cuyas colillas iban desbordando ceniceros. Eran los tiempos en que se escribían largas tiras de papel, con no menos de unas ocho o diez noticias, lo que no dejaba de impresionar.
Mi inquieta pluma no se cansó de insistir -hasta que lo consiguió- en que yo bordase algunas carillas con uno que otro sentimiento de despedida a Juanito, que fue tan generoso y amable con sus colegas, y servicial y humanitario con la comunidad.
Pero, antes de hacerlo, -frente a una imagen de la Virgen María-, súbitamente emocionado, me postré y recé con devoción por el descanso del alma del apreciado colega y amigo, y por el consuelo y fortaleza que tanto su familia necesita, encabezada por Doña Fresia González, cuyo indispensable apoyo él siempre públicamente agradecía.
Vocación ante todo
Tuve el privilegio (decenios 60,70 y parte del 80) de compartir sala de Redacción en El Llanquihue, muy de cerca con los gigantes de la noticia de aquel entonces: Evaldo Hohman Junemann (director y Premio Nacional de Periodismo en 1967), Alfredo Espinosa Wellmann (jefe de Informaciones), Luis Jorquera Cifuentes (editorialista y jefe de Regiones), Darío Toloza Paredes, Luis Armando Vera, Oscar Meza Hernández, Edmundo Jonhson Fiedler, Otto Vera Hernández, junto a los reporteros gráficos Sergio Campos Uribe y Rubén Ibarra (Ruben´s). A todos los cuales se unía Barrientos, sobresaliendo por su honda vocación, que lo hizo auto forjarse como periodista porque aún no se creaban las escuelas formadoras de profesionales; por su honradez y prudencia en el trato de la noticia y sus protagonistas, que asimiló de sus colegas; por su solidaridad con la causa progresista, que fue descubriendo; y por su fervoroso empeño y pasión por estar donde ocurran los acontecimientos... Aunque sea a caballo, por rutas inhóspitas, entre ventarrones y lluvias interminable, recorriendo los confines australes, como lo hiciera tantas veces... Pero, estar donde se producen los hechos y sea necesaria la presencia de la prensa, para dar a conocer las imperiosas necesidades y urgentes aflicciones ciudadanas.
Cubrió, hasta 2002, -con valentía y absoluta objetividad-, innumerables noticias relevantes, como aquellas en tiempos del terremoto de 1960 que arrojó al suelo varias ciudades sureñas, la muerte en la zona austral del teniente Merino, las visitas que hizo a esta ciudad el poeta Pablo Neruda, la venida a Puerto Montt del Papa Juan Pablo II en 1987, entre otras campañas que obedecían al clamor de la gente, que anhelaba una vida más digna y estaba cansada de sólo promesas... Como esa de integración al progreso de los olvidados pobladores de la apartada provincia de Palena, donde Barrientos llegó a reportear llevando esperanza.
Informar y servir
Así, gradualmente y sostenido andar, -con esa mística de comunicar y servir, la misma que tanto inspiraba a Juan Barrientos-, la confianza pública se ha ido adhiriendo en nuestro país a la misión de informar. Por lo demás, emblema señero en el periodismo de esta región del país.
El joven periodista Sergio Velásquez Haro, toda una revelación periodística, cuando era presidente regional del Colegio de Periodistas en 2017, enfatizaba con firme convicción: "Cuando todo falla o se derrumba, cuando las instituciones se degradan y no son capaces de dar respuesta a la gente, siempre quedan los periodistas para salvaguardar los valores democráticos, la justicia y la libertad".
Por su parte, Luis Jorquera Cifuentes, con más de 50 años de labor en El Llanquihue, otro gran periodista emblemático puertomontino fallecido, y quien nunca abandonó el barco..., solía recalcar que "el periodismo es una profesión sólo para idealistas. No es lucrativa. Nadie se enriquece con esta profesión; a no ser el enriquecimiento espiritual, que se gana a través de la experiencia, el oficio y la dedicación, siendo un aporte para la sociedad".
Tarea gremial
Junto con cumplir su deber de informar y ser útil a la comunidad -dedicado incansablemente a la causa, con sacrificio y constancia-, Juan Barrientos asumió generosamente otra responsabilidad, que era inherente a su forma de ser sociable, amistosa, gentil y fraterna: la tarea sindical, que cumplió abnegadamente en El Llanquihue, colaborando con los trabajadores del matutino, y más tarde, como uno de los importantes impulsores de la creación en 1956 del Colegio de Periodistas de Chile, del que fue un precursor dirigente regional y dinámico socio, que veló por el ejercicio legal de la profesión y el bienestar de los colegiados; y que apoyó iniciativas gremiales y sociales, junto al aporte de dar oportunidades laborales de actualización profesional en la Universidad Austral de Puerto Montt, además de respaldar un proyecto de vivienda favorable a sus colegas.
De ahí, que no fuera extraño que en un acto público celebrado en 2017 por el Consejo Regional del Colegio de Periodistas, -en homenaje a Juan Barrientos-, las autoridades locales y regionales resaltaran -con palabras de admiración- la unidad del gremio de periodistas y su rol en la sustentación de la democracia, al igual que como nobles representantes de la opinión pública.
Así, con la más profunda vocación y decisión de llevar la noticia y servir, los periodistas -nobles baluartes de un país maduro, valeroso y progresista- se han ganado la confianza pública en la misión de informar. Como lo hizo en vida Juan Barrientos Oyarzún, con la humildad y grandeza de alma que resplandecía en su persona.