La industria de los vientres de alquiler sigue en Ucrania en medio de la guerra
INVASIÓN. Al estrés de la situación bélica, las ucranianas que alquilan sus vientres a extranjeros, han sumado la incertidumbre de qué va a pasar con sus contratos y dinero si no pueden entregar a los niños después del parto.
Agencias
Además de un país en guerra, Ucrania es el centro europeo de la "industria" de la gestación subrogada. Las parejas extranjeras pueden llevarse al bebé que contrataron estando en el país solo un mes, incluso solo unas semanas ahora en tiempos de guerra, por precios que parten desde los 39.900 euros (poco más de 35 millones de pesos chilenos), de los cuales las madres gestantes reciben menos de la mitad.
Según el director de la clínica de gestación que agencia Efe visita en Kiev, Igor Petrovich, las madres gestantes son por lo general mujeres sin recursos económicos que utilizan el dinero del "programa" (así es como llaman a la gestación) para pagar arreglos en sus casas, atender a sus hijos o simplemente salir adelante.
Hay muchas que no solo gestan un niño; se apuntan a dos, tres, cuatro.
"El límite depende de la edad y del estado de salud", dice Igor Petrovich, orgulloso de su clínica que, según sus propias palabras, se encarga del "noble trabajo de traer felicidad a las parejas y vida al mundo". En ella nacen unos 500 niños al año, todos ellos destinados a vivir fuera de Ucrania con parejas extranjeras.
Sin problemas éticos
La encargada de reclutar a las familias de habla hispana que participan en el programa se llama Alina, habla español y prefiere no decir su apellido. Lleva cinco años trabajando en este centro y dice que se siente satisfecha por poder ofrecer a las familias "lo que han estado buscando en su vida".
De las madres gestantes dice que algunas se divorciaron, otras se quedaron sin trabajo y sin nada, otras necesitan dinero para vivir o para sacar a sus niños adelante. Sabe que en otros países la perspectiva es distinta, pero ella no ve problemas éticos en la regulación de los vientres de alquiler que impulsó el Gobierno ucraniano.
"Esto es legal. La mayoría de las gestantes vienen aquí porque ganan dinero y están bien tratadas. Gracias a ellas las familias van a tener a sus bebés deseados. Es mejor que la prostitución", dice sin tapujos Alina. Las mujeres reciben, según el director de la clínica, entre entre 14 y 22 millones de pesos chilenos por alquilar sus vientres.
No contesta si ella lo haría, porque en cualquier caso no podría: aún no ha tenido un hijo propio, uno de los requisitos para participar.
Al estrés de una situación de guerra han sumado las mujeres ucranianas con embarazos para extranjeros la incertidumbre de qué iba a pasar con sus contratos en el caso de que, por estar en zonas en guerra, no pudieran entregar a los niños después del parto.
Sergii Antonov es abogado y director de un centro de derecho médico y reproductivo que asegura en un cuestionario por email que la mayoría de los contratos firmados en guerra acabaron bien y las gestantes pudieron entregar los niños y recibir el dinero.
"También hay casos trágicos, cuando las madres subrogadas perdieron su embarazo debido al estrés, dieron a luz a niños prematuramente, algunas terminaron en el territorio ocupado por Rusia y no pueden transferir a sus hijos a sus padres biológicos", reconoce.
EL INFIERNO DE tanIA
Durante muchos meses temió encontrarse en esta situación Tania, una mujer de 36 años que vivía en Kajavka, un pueblo al lado de Jersón donde los rusos y ucranianos llevan meses combatiendo, y que estuvo bajo dominación rusa. En la clínica de reproducción en Kiev, relata el infierno que ha vivido para poder salir de su pueblo. Lo consiguió al tercer intento.
Está embarazada de 29 semanas y no para de llorar, no por el embarazo en sí, sino por lo que ha vivido con sus tres hijos. Tienen 14, 11 y 10 años y han estado con ella bajo tierra, escondidos en el refugio escuchando bombas y más bombas. No tenía pañales ni medicinas para el del medio, que tiene una discapacidad, una hidrocefalia que no ha hecho más que empeorar con la guerra.
Sobre el niño que lleva dentro dice: "Tenía miedo de no poder entregarlo o de dar a luz antes de tiempo. Yo pensaba que si lo tenía en Jersón lo iba a cuidar hasta poder entregarlo, hasta que pudiera salir de allí para darlo a sus padres que lo estaban esperando".
Asegura que jamás pensó en quedárselo. "Yo tengo claro que este niño es de los padres que lo están esperando, este niño es de ellos. Yo estaba dispuesta a cuidarlo como una madrina hasta que se lo pudiera dar".
Sí tenía miedo a que los padres no lo quisieran.
Cuenta Igor Petrovich que al inicio de la guerra las mujeres que estaban a punto de dar a luz y el personal médico de la clínica estuvo durmiendo bajo tierra, en la parte baja de la clínica, mientras en Kiev caían bombas y bombas.
Mientras tanto, Tania estaba en Jersón. No pensaba para nada en el dinero del "programa". Antes lo quería para poderse comprar una casa en su pueblo pero ahora ni siquiera sabe si va a volver.
500 niños al año nacen en la clínica de gestación del doctor Igor Petrovich en Kiev, la "capital" europea de los vientres de alquiler.