Retraso de obras en calle El Teniente
La remodelación de una calle que dará alivio vial al barrio del hospital lleva seis meses detenida, en un embrollo burocrático que poco se logra entender. Gobernar no es sólo planear, emitir comunicados o actuar sobreseguro, también lo es, más veces de las que se quisiera, tomar decisiones difíciles.
A estas alturas ya es francamente preocupante lo que ocurre con el proyecto de ampliación de la calle El Teniente, obra fundamental para mejorar la conectividad hacia el Hospital de Puerto Montt, en un momento muy complejo en cuanto a la congestión vehicular y en una ciudad, por lo demás, sometida hace rato a un agudo estrés vial producto de iniciativas en ejecución -como en la cuesta Ejército- y otras que están pronto a iniciarse -como en la avenida Presidente Ibáñez-. Como se recordará, la remodelación de El Teniente era una iniciativa largamente anhelada no sólo por quienes viven en el sector, sino que por muchísimos conductores que requieren alternativas para entrar o salir de esa zona, sobre todo desde que se instaló el centro asistencial. No obstante, y como pasa en tantos otros proyectos del país, aun después de iniciarse y con un avance significativo, fue sumiéndose en un pantano burocrático que hoy tiene todo en vilo.
Para continuar con la pavimentación en tal vía, se requiere expropiar una línea de edificaciones particulares, levantadas en un sitio público, obviamente, porque nadie en su momento advirtió que aquello no correspondía. El decreto de expropiación ya está, igual que la decisión de quien invirtió los fondos públicos (la Gobernación Regional), pero en el Servicio de Vivienda y Urbanismo (Serviu) han preferido realizar consultas en Contraloría acerca de los plazos de ejecución y las eventuales multas que se deben pagar a la empresa constructora, que mientras no reciba el terreno, no puede mover ninguna piedra. Y ya van seis meses de retraso.
Tal como han sostenido autoridades regionales, esto está provocando una nueva dilación que indefectiblemente implicará un mayor desembolso de las arcas fiscales, que en última instancia no las paga el Serviu ni la Gobernación, sino que cada uno de los contribuyentes con sus impuestos. Gobernar, qué duda cabe, implica planificar el cumplimiento de las promesas de campaña que en su momento se soñaron y luego ejecutarlas, pero también resolver de forma oportuna y con convicción incordios que de lo contrario se convertirán en mochilas financieras o simbólicas que terminará, como siempre, costeando cada ciudadano.