No faltan razones para pensar que la vida es circular. Al acercarnos a fin de año, sabemos que se concluye una serie de actividades, pero después recomienzan nuevamente. La sucesión de estaciones, a partir de las cuales se condicionan muchas de las actividades laborales, se repite año tras año de la misma forma. Y así tantas otras realidades de nuestra vida que se despliegan permanentemente de manera circular. Desde esta mirada, no hay espacio a la novedad del futuro.
Sin embargo, la vida y la historia de los seres humanos se expresan de manera lineal. Las personas nacen, crecen, se desarrollan y mueren; los acontecimientos comienzan y terminan. Las realidades humanas evolucionan y si bien se pueden repetir situaciones, la manera con la que se vive y experimenta estas situaciones suele ser diferente. Por esta razón, en los procesos temporales siempre hay un antes y un después. El "antes", cuando es asumido y reflexionado desde el aprendizaje, ayuda enormemente para que el "después" sea cada vez más significativo.
En este tiempo en el que celebramos Adviento, la certeza del desenvolvimiento lineal de los acontecimientos se hace más evidente, pues es un tiempo que tiene sentido en la medida que se mira el futuro como algo impregnado de una realidad que suscita en nosotros la esperanza. El futuro, que de suyo es incierto, se convierte en un espacio de esperanza cuando se proyecta desde la expectativa de la venida de Jesucristo. El Adviento invita a mirar la Navidad no como un recuerdo del pasado, sino como recuperación del nacimiento en Belén que se transforma en fuente de esperanza para el futuro. Así como hace 2000 años nació un niño en un pesebre de Belén de Judá, cumpliendo los anuncios proféticos del nacimiento del Salvador, así también hoy se hace presente el mismo Dios invitándonos a mirar el futuro desde la certeza de la fe que colma nuestra esperanza.
Las desventuras que tengamos que vivir o las dificultades, muchas veces asociadas a nuestra salud, a la violencia o delincuencia que vemos por doquier, a los conflictos y faltas de reconciliación, que golpean la puerta de nuestra vida, disminuyen su poder asfixiante desde la esperanza que nos regala Adviento, pues el Señor viene con su Reino y eso es siempre buena noticia.
Fernando Ramos Arzobispo de Puerto Montt