En las últimas décadas ha sido notoria la participación de la mujer en el mercado laboral. Ha ido ganando diversos espacios, desde altas responsabilidades en el gobierno, Poder Judicial, Congreso y empresas, hasta labores más cotidianas. En 1990 la fuerza laboral femenina en Chile alcanzaba un 31% y hoy promedia cerca del 48%. Pero pese al crecimiento económico y los factores condicionantes que podrían posibilitar su alza, es una de las participaciones más bajas en los países de la Ocde.
No obstante el alza de participación, en la igualdad de condiciones con el hombre hay una brecha laboral que perjudica a la mujer: acceden a trabajos más precarios y peor pagados. Las diferencias más altas se registraron en 2011, cuando la brecha de género se ubicó en -34,5% en el ingreso medio, mientras que en 2016 fue -31,7%.
Las causas detrás de esto revelan un problema social. Aún en algunos sectores las mujeres son percibidas como menos capaces para la realización de trabajos como para aspirar a cargos de mayor responsabilidad. Además, se sigue considerando el embarazo como un factor que juega en contra de las trabajadoras. Dicha visión no sólo es errónea, sino que también abiertamente discriminatoria.
La maternidad y sus exigencias, romper estereotipos y ciertos privilegios masculinos en determinadas áreas, especialmente laborales, son situaciones concretas que imposibilitan una plena realización. Se plantea así la necesidad de invertir en educación, formación inicial y diversificar las opciones de estudio y oferta laboral; por ejemplo en ciencia y matemáticas, donde hay baja participación femenina, o parecen vedadas, y no por falta de preparación.
En 2009 se publicó la Ley N° 20.348 que abordó el tema de la brecha salarial y que incorporó el principio de igualdad de remuneraciones entre hombres y mujeres. Fue una medida que estableció la obligación de todos los empleadores de pagar el mismo salario por igual trabajo, sin discriminaciones. Pero la realidad a veces dice otra cosa. Considerando que el ingreso de la mujer al mundo del trabajo implica un enorme mejoramiento para las familias y la sociedad, es urgente fomentar ese salto, lo que implica superar el rol de cuidadora de la familia y dejar que sus capacidades sean un aporte mayor.