A inicios de enero de 2023, la Comisión de la Mujer y Equidad de Género del Senado aprobó en general el proyecto de ley que establece derechos en el ámbito de la gestación, muerte gestacional o perinatal, preparto, parto, postparto, aborto, salud sexual y reproductiva, y sanciona la violencia ginecobstétrica.
Esta iniciativa intenta regular, garantizar y promover los derechos de la mujer o persona gestante, del recién nacido y su acompañante significativo. Conocida como "Ley Adriana", por uno de los casos que motivó su creación: Adriana Palacios, que en 2017 acusó malos tratos y negligencias en su consulta en un centro de salud en Iquique y, como resultado su hija Trinidad falleció.
Frente a este tipo de historias que lamentablemente ocurren en nuestro país surge la pregunta: ¿cómo fue nuestro nacimiento? Le hemos preguntado a nuestra madre ¿cómo fueron sus partos?, ¿cómo han sido las experiencias de partos de las mujeres en Chile?, ¿qué impacto tiene la forma nacer en nuestra construcción como seres humanos? Cuestionamientos que no pretendo responder en esta columna, pero sí reflexionar en torno a la contingencia actual de la discusión.
De acuerdo, a la fisioterapeuta Penny Simkin, el parto "es un evento psicológicamente muy significativo en la vida. Las mujeres recordamos nuestros partos toda la vida, con detalle y emoción". Si es una experiencia positiva, se transforma en un factor protector de la salud mental y facilita el tránsito a la maternidad desde una perspectiva salutogénica (o que se centra en los factores que respaldan nuestro bienestar humano).
Si las experiencias son más bien traumáticas y vinculadas con vivencias de violencia obstétrica, pueden dejar una profunda huella en la salud mental, que se traduce en una alta correlación entre el trato recibido, la sobre medicalización y la falta de autonomía en la toma de decisiones, con el aumento de sintomatología ansiosa, depresiva y estrés post traumático. Todas estas patologías van en desmedro del establecimiento del vínculo saludable madre-hijo.
La OMS (2018) definió una experiencia de parto positiva como la que cumple o supera las creencias y expectativas personales y socioculturales previas de la mujer. También señala que la mujer tiene derecho a una experiencia positiva de parto, a un acompañamiento emocional continuo, ser informada, manifestar su consentimiento. A tener contacto piel con piel e inicio de lactancia materna inmediatamente.
Es indispensable garantizar todos los resguardos básicos para contribuir a trayectorias de vida óptimas en el ámbito de la salud física y por cierto la salud mental. Entonces, ¿para qué una Ley de Parto Respetado? Para avalar derechos desde la gestación con una mirada preventiva de promoción. La Ley Adriana sienta las bases para construir un nuevo paradigma en la etapa que rodea el nacimiento ¡Porque la forma de nacer sí importa!