Cuando se redujo la jornada laboral de 48 a 45 horas semanales durante el gobierno del Presidente Ricardo Lagos, hubo muchas críticas que apuntaban a una fuerte reducción de la productividad y grandes aumentos en el desempleo. Pero nada de eso ocurrió, pues las empresas tuvieron cuatro años para adecuarse a la nueva realidad. Ahora que se habla de reducir la jornada laboral a 40 horas, surgen los mismos planteamientos económicos negativos y proyecciones adversas sobre la futura generación de empleo.
Permítanme disentir con lo último, ya que es obvio que los cálculos pesimistas están basados en meras suposiciones, puesto que no existen estudios empíricos locales de "casos" con muestras representativas. Y ésto por una razón muy simple: no tenemos experiencia específica con este tipo de jornada. Pero en el resto del mundo sí existe una evidencia concreta, sobre todo en países que son de interés para Chile. La inmensa mayoría de estos cambios, tuvieron resultados sumamente positivos para las naciones que implementaron ajustes sustanciales en las horas de trabajo semanal.
Cuando yo estudiaba pregrado en Estados Unidos, ya se venía laborando 40 horas a la semana desde 1926, año en que Henry Ford implementó en sus fábricas de automóviles una jornada de cinco días y 40 horas, sin reducir los salarios (lo usual era trabajar seis días a la semana). Tras comprobar que la productividad no se veía afectada, muchas otras empresas siguieron el ejemplo de Ford, hasta que en 1937 se estandarizó el tema y se reguló por ley. Todo esto lo enseñaban en el ramo de economía laboral en la universidad, en Portland, Oregón.
En España, por otra parte, hace un siglo que se aprobó la jornada de 40 horas semanales, y los españoles siguen siendo productivos. Sin embargo, trabajan 1.701 horas al año, muy por encima de las 1.500 horas de los franceses y 1.363 de los alemanes. Tanto los alemanes como los franceses tienen una mayor productividad, la cual compensa con creces el menor número de horas trabajadas. En el mundo que viene, de la robótica y la Inteligencia Artificial, las jornadas largas son y serán una verdadera anomalía. A propósito, en Chile se trabajan 1.974 horas al año, uno de las jornadas más extensas de la OCDE.
Ahora bien, los países con jornadas semanales cortas siempre ocupan los primeros lugares en los rankings de igualdad. Pero es en al ámbito de la salud y la felicidad donde los impactos sol mayores. El escritor y profesor de cultura virtual de la Universidad de Nueva York, Douglas Rushkoff, ha planteado que tanto la sobrecarga de trabajo como las horas extras están estadísticamente vinculadas con las enfermedades mentales. No es de extrañar entonces que Chile lidere el ranking mundial en relación con la depresión, donde un 17,5% de la población la padece (junto a Corea del Sur, el país que más horas anuales trabaja).
La jornada laboral de 40 horas semanales es un cambio que viene sí o sí, y que no es bueno seguir postergando. El mundo laboral chileno se lo merece, con creces. La gradualidad en su implementación es algo que se puede discutir racionalmente, con plazos prudentes y acotados.