Alegría y tristeza
Fernando Ramos Pérez , Arzobispo de Puerto Montt
Tan inevitables son los sentimientos y emociones en los seres humanos, como el hambre y la sed en quien no come ni bebe. Todos quisiéramos que la alegría embargara siempre nuestro corazón y que la tristeza, la pena, la angustia se mantuvieran alejados.
Sin embargo, eso no es posible, ya que los hechos, circunstancias y personas nos afectan y suscitan distintas reacciones en nosotros. Los sentimientos y emociones son excelentes indicadores para darnos cuenta en qué medida nos impacta lo que ocurre en nuestro alrededor. Ciertamente conseguir con esfuerzo algo deseado, nos produce alegría, mientras que experimentar la pérdida de un ser querido nos genera pena y tristeza.
Poner atención a nuestros sentimientos y emociones, a qué nos produce alegría o tristeza, nos ayuda también a conocernos más y mejor a nosotros mismos.
Curiosamente una misma situación puede producir a unos alegría, mientras que a otros tristeza; esto indudablemente habla que las personas tenemos intereses, motivaciones, pensamientos y proyectos distintos, de manera que la realidad nos afecta de forma diferenciada.
Para los cristianos, la figura de Jesús de Nazaret es una realidad inspiradora y orientadora, porque lo reconocemos como verdadero Dios y verdadero hombre, que como tal tenía sentimientos y emociones.
En los evangelios, podemos apreciar que sintió tristeza cuando falleció su amigo Lázaro, indignación con los mercaderes en el templo y angustia en el huerto de los olivos; pero también podemos suponer que sintió alegría - ya que dedicaba mucho tiempo a esto - cuando visitaba a sus amigos María, Marta y Lázaro, o cuando sanaba a los enfermos, o enseñaba con parábolas la grandeza del Reino de Dios.
Estas realidades del mundo interior de Jesús, dibujan el perfil de su persona, las cosas que lo motivaban, las penas que lo aquejaban, los sueños que lo animaban, un perfil alejado de todo narcisismo, centrado más bien en la voluntad de su Padre y las necesidades de los demás.
Por este motivo, no es antojadizo ni inútil detenernos un momento y preguntarnos ¿qué me produce alegría, paz, satisfacción, o qué cosas me suscitan tristeza, ira, angustia? Al ponerle nombre a las cosas que me producen unas u otras reacciones, vamos a ir delineando nuestro propio perfil de intereses, motivaciones, anhelos y esperanzas. ¿Con qué nos encontraremos?