Presencialidad y virtualidad
La pandemia terminó por modificar costumbres laborales y educacionales. Ahora el desafío es saber conjugar ambas dimensiones.
La crisis provocada por la pandemia del covid-19 permitió a la población mundial valorar la importancia de internet para objetivos como el teletrabajo y el teleestudio, que hasta entonces habían tenido un lento avance en el mundo. La emergencia sanitaria obligó a modificar rápidamente las costumbres laborales, permitiendo a los trabajadores y estudiantes desarrollar sus labores a distancia.
La situación pareciera estar ahora más normalizada, aunque los expertos estiman que en adelante, empresas, universidades e instituciones de todo tipo adoptarán un sistema de trabajo y estudio híbrido; es decir, una mezcla de actividad presencial y a distancia. Esta transformación implicó, además, modificaciones demográficas. Baste para esto recordar la gran cantidad de personas que desde el año 2020 han llegado a vivir a Puerto Montt, Puerto Varas, Llanquihue y Frutillar, por nombrar algunas, al constatar que en determinados rubros podían trabajar a distancia.
El avance y los desafíos de la vida digital ha facilitado la actividad de las personas, mejorando los procesos y la velocidad de reacción frente a imprevistos. La irrupción de internet en todo el mundo se convirtió en un punto de inflexión para el ser humano, especialmente en términos de comunicaciones y relaciones con su entorno. Los cambios, qué duda cabe, han sido profundos y vertiginosos.
La Encuesta de Presupuestos Familiares del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) consignó que un 53% de los hogares de las capitales regionales declaró realizar gastos en servicio de pack de telecomunicaciones, lo que incluye telefonía fija, conexión a internet, televisión pagada o cualquier otro tipo de combinaciones.
Durante la pandemia, internet tuvo una prueba de fuego y cumplió, al mantener conectadas a las familias, a los trabajadores con sus empresas, a los estudiantes con sus colegios y universidades, a los usuarios con los servicios públicos y la banca, y al mundo en general. Y esta conectividad llegó para quedarse.
En esta marea de conectividad, el desafío pasará por saber combinar la presencialidad con la virtualidad, pues sabido es que cualquier extremo no termina bien.