Destrucción del patrimonio local
La Casa Ebel y la Casa Fernández se caen a pedazos, sin que el Estado se inmute ante la pérdida de un trozo de la historia de Puerto Montt.
Gran acogida encontraron en Puerto Montt, el fin de semana recién pasado, las actividades enmarcadas en el Día del Patrimonio. Angelmó, Empormontt y la Corte de Apelaciones, por nombrar algunos sitios, concentraron la afluencia de gente que llegó deseosa de hurgar en el pasado de una ciudad que nació en las postrimerías del siglo XIX y que por su especial condición marítima, ha visto confluir una serie de oleadas migratorias que le han ido dando forma y un carácter singular.
No obstante, apelando a la sinceridad, la fiesta no fue completa, pues la ciudad está asistiendo al triste adiós de numerosas casonas, emplazadas en pleno centro, que por decisiones del Estado, la inacción de él (vaya paradoja) y las propias historias familiares, experimentan hace años un deterioro progresivo que hasta ahora, de no mediar acciones concretas y urgentes, terminarán colapsando, llevándose consigo un trozo de la historia puertomontina que al menos en los discursos, todos dicen valorar. Dos ejemplos para esto. Uno, la Casa Ebel, en la calle Benavente, que a vista de todos se está cayendo a pedazos, sin que el Estado tome medidas definitivas; el otro, la Casa Fernández, en la calle Urmeneta, que desde que fue declarada como inmueble de "conservación histórica" por parte del municipio en el año 1992, se sumió en el abandono por las contradicciones que reviste el interés del Estado, que se queda únicamente en las declaraciones, pues luego abandona a su suerte a los inmuebles y sus propietarios.
Pese a que hay plena conciencia acerca de los vacíos de la norma, tanto los sucesivos gobiernos como los parlamentarios no han sido capaces de mejorar el escenario, y las casonas, testigos de una historia rica, lentamente se acercan a su extinción, mientras los distintos servicios públicos y municipios se encargan alegremente durante un mes de organizar actividades para celebrar el patrimonio tangible e intangible. Hay una ligera sensación de evasión y la parrilla programática casi suena a expiación de pecados.
El municipio de Puerto Montt, por ejemplo, que dejó en el abandono la Casa Fernández, se embarcó en una cruel guía de arquitectura moderna este fin de semana, seguramente consciente que de la arquitectura del siglo XIX o inicios del XX, es mejor no hablar.